El viejo PRI acusaba a la oposición de no tener genuina vocación democrática, como presumía, sino de sólo buscar el “quítate tú para ponerme yo”. Lamentablemente, al parecer tenía razón. Lo vimos con el PAN. Ahora Morena cuenta con gran respaldo y legitimidad, misma que empieza a utilizar no para fortalecer la democracia sino para meter reversa. Ahí está el atropello constitucional de Baja California, avalado por el Ejecutivo (como lo demostró Olga Sánchez Cordero, y si no fuera también respaldado por AMLO, le hubiera pedido la renuncia). Viene igualmente el uso de las mayorías parlamentarias para concentrar el poder en detrimento de los contrapesos y la autonomía de instituciones creadas para ello. Se puede desmantelar la democracia en grado variable, como se ha visto en varios países. Les llaman “democracias iliberales”. Allá vamos.

Ahí tenemos el caso de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), donde ha sido nombrada en el cargo nada menos que una militante de Morena. Puede ser honesta y eficiente (no lo sé), pero no es sólo un asunto personal, sino institucional y legal. Es lo que ocurría con el PRI, que controlaba todas las instituciones con militantes leales que respondían al interés del Ejecutivo y hacían carrera partidista desde ahí. Pero además, lo que antes se consideraba —con razón— un fraude, ahora les parece peccata minuta.

En la elección de Rosario Piedra, 116 senadores votaron pero cantaron sólo 114 votos. Piedra obtuvo 76 votos, requiriendo 78 para la mayoría calificada. Son inconsistencias determinantes en el resultado (como ocurrió en 2006). La ley respectiva (artículo 10) exige las dos terceras partes “de los miembros presentes”, no de los votos válidos. Además, en la cuenta oficial sí contaron las abstenciones pero no los supuestos votos nulos, lo que resulta incongruente (y uno de esos votos nulos ya se encontró y fue para Jesús Orozco).

Así pues, Rosario Piedra llega con déficit de legalidad y legitimidad. Pero qué más da, para eso se inventaron las aplanadoras. Revive así el “haiga sido como haiga sido”, ahora enarbolado por Morena. Al haberse violado la Ley de la CNDH, por lo visto tendremos una comisionada “espuria” (según el léxico que Morena aplica en estos casos). Duro golpe a la Comisión. ¿Al margen de la ley nada? En el discurso sí, desde luego, mas no en la realidad. Por su parte, ha dicho AMLO que la CNDH a partir de ahora dejará de ser un organismo “alcahuete”. Bueno, quizá seguirá siendo alcahuete, pero será SU alcahuete. Y todo indica que Morena va por el INE antes de 2021, para amarrar esa elección.

Está también la posición de México frente a la elección de Bolivia. Ahí se dieron circunstancias que recuerdan los fraudes a la izquierda cometidos aquí; una caída del sistema cuando Evo Morales iba perdiendo, y reapareció un día después ya ganando (como en 1988). La distancia del umbral legal fue menor a 1 %, con varias inconsistencias que son determinantes (como en 2006). Pero eso que molestó a nuestra izquierda —con toda razón—, en el caso boliviano no le genera ninguna escozor. Y en 1988 antes de concluir el litigio, Ronald Reagan reconoció el triunfo de Salinas de Gortari, lo que generó una justa indignación de la izquierda. Ahora México reconoció a Evo, junto con Cuba y Venezuela, cuando aún no termina el litigio. Pero el triunfo de Evo hace agua (nuevo ridículo internacional). ¿Movilización popular contra Piñera en Chile?; “El pueblo ya despertó”. ¿Protesta callejera contra Evo en Bolivia?; “Fuerzas oscuras promueven un golpe de Estado”. No, Morena no es distinto a los demás en materia democrática, ni el “referente moral” que ofreció ser.

Google News