Cada 1 de julio, desde el año 1974 se conmemora en México el Día del Ingeniero. La fecha, lejos de ser motivo de fiesta u orgullo nacional —aunque debería de serlo...—, pasa normalmente desapercibida por la gran mayoría de los mexicanos —incluyendo a los propios ingenieros—, sin embargo, la trascendencia de muchos profesionales de la ingeniería  en muy diversos países del mundo ha marcado la diferencia para sus naciones, mismas que hoy son reconocidas mundialmente por su liderazgo tecnológico, en sectores como el automotriz, nuclear, aeroespacial, o de tecnologías de información, por mencionar algunos.

Según la consultora Engineering Trends (2018) México ocupa el lugar número ocho en el top 10 de los países que más gradúan ingenieros por año, con casi 114 mil, por arriba de países como Francia con casi 105 mil o Vietnam con 100 mil; el primer lugar lo ocupa Rusia con más de 454 mil, dejando a Estados Unidos en un alejado segundo sitio con una producción de poco más de 237 mil ingenieros.

Por otro lado, en el reporte de la OCDE, “Educación superior en México, resultados y relevancia para el mercado laboral” (OCDE, 2019) se remarca la participación (ingreso a las instituciones de educación superior) de los jóvenes en programas de ingeniería, industria y construcción en un 24.4% como la segunda opción para estudiar en un nivel 6 del CINE (Clasificación Internacional Normalizada de la Educación de la UNESCO), es decir, nivel licenciatura.

Sin embargo, la formación de importantes cantidades de profesionales de la ingeniería nunca bastará para aquellos países que basen su economía —o pretendan hacerlo—, en el conocimiento, en donde además, la calidad y desempeño de tales profesionales será determinante para posicionarse o incluso incursionar en aquellas industrias de mayor valor agregado, donde los ingenieros, tecnólogos e investigadores hacen la diferencia.

Hoy que nuestro país se debate en amplios y a veces confusos cuestionamientos sobre la forma en que medimos el avance de nuestro país, me pregunto, #DesdeCabina, si bastará con ponernos de acuerdo respecto a los indicadores —que en principio están más que definidos—, para cuestionar y entender con mucha claridad para todos, de qué se habla cuando se quiere explicar y defender la fortaleza financiera de nuestro país, a qué se refieren cuando se discuten las cifras de desempleo, de inversión extranjera, de creación de infraestructura, de inversión en educación; qué se tiene que entender cuando se platica del gasto en deportes, en salud, en apoyo a grupos desfavorecidos; en términos generales, de qué se trata, cómo medimos con claridad, congruencia en tiempo y cantidad, aquellas cifras que refieren unos y otros, de las que hablamos todos, respecto al progreso que todos esperamos de México.

Como ingeniero, me enseñaron que aquello que no se mide no se puede controlar y por lo tanto no  puede mejorarse. Creo que es momento de dejar de discutir sobre cómo debemos medir, esta más que claro; mejor reconozcamos con humildad y altura de miras, anteponiendo el amor que todos sentimos por este increíble país, aquello va bien, aquello que ha cambiado favorablemente, así como también lo que sin duda necesita corregirse, ya que en esta aeronave llamada México volamos todos.

Rector de la UNAQ
@Jorge_GVR

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