“He aceptado esta responsabilidad con profunda fidelidad a mi vocación política, atendiendo a mi conciencia, a la conciencia de un hombre que cree en la política como el instrumento que las sociedades han creado para ordenar sus intereses, para expresar su voluntad, para conducir su destino”, escribió Luis Donaldo Colosio Murrieta en misiva del 1° de diciembre de 1993, cuando me dio la bienvenida a su campaña política. Veintidós años después sus ideas siguen tan vivas, ciertas y en vigor, tan fuertes o quizá más que el olvido del PRI hacia ellas y por lo tanto, respecto a él. Vivimos desde hace años, un México convulsionado por  diversas hecatombes: La política, social, económica, jurídica, educativa, religiosa, de inseguridad, la contaminación mortal y cultural. Todos los partidos políticos han perdido credibilidad; las instituciones del país en su mayoría se encuentran carcomidas desde la base hasta la cúpula por la corrupción y esto incluye a la iniciativa privada y al sector social: “Apenas el viernes pasado (27 de noviembre), el Instituto Mexicano para la Competitividad detallaba que en nuestro país, sólo en 2014 se registraron 200 millones de actos de corrupción, que representaban más de 890 millones de pesos: un 5 por ciento del PIB)”, escribió mi compañera en este diario, en su Columna El Corcho del domingo 29. La desconfianza y cansancio hacia los problemas de todo género nos lleva al hastío y éste a la inmovilidad o escepticismo. El todo es la suma de las partes y México es el resultado del actuar de todos los mexicanos. Reconozco la valentía, honestidad y enjundia de escasos políticos; la gran actividad de ciertos sectores y trabajadores del gobierno en sus tres niveles y en la iniciativa privada o en determinadas ONGs pero la búsqueda de hombres justos, nos lleva a algunos a retomar de nuevo la llama de Diógenes. El andamiaje político, económico, social y jurídico de México se tambalea de manera delicada.

La mayoría de los mexicanos, “Caminamos como desollados; una simple mirada puede desatar nuestros instintos más horrendos” escribió Octavio Paz en su “Laberinto de la soledad”; una simple confrontación de tránsito como ganar el paso a otro automóvil, cuando te rebasan por la derecha o no le das el paso cuando no le corresponde, puede ser motivo de recordatorios del 10 de mayo e inclusive llegar a la violencia física con intercambio de golpes o lesiones con arma blanca o de fuego. Un partido de foot-ball, en el cual ganan o pierden 11, a veces puede desencadenar una trifulca con resultados catastróficos. Nuestro Premio Nobel de Literatura en su obra citada se cuestiona: “¿Quién es la chingada? Él mismo responde: Aquella a quien chingaron, a la que violaron; es decir a la Patria, nuestra Madre; violada por la Conquista Española, por eso (cito de memoria) y dando pie al nefasto “machismo”, dentro de los peores insultos que puede llegar a recibir un mexicano, es: ¡Chinga tu madre! o… ¡Te rajaste!, pues “por su fisonomía, la mujer es un ser rajado por naturaleza” Paz dixit. Desde la Conquista, muchos no hemos superado el complejo de inferioridad, por eso necesitamos entrar al terreno fácil de que dirijan nuestras vidas y destinos, en vez de hacernos responsables de los propios. No todas las redes sociales se encuentran contaminadas con  lo anterior, pero uno se sorprende de los abusos que se cometen a través del anonimato y la cobardía; insultos disparados al corazón y sustento de lo que algunos llaman “Sistema político”, situación por demás imperdonable, como el andamiaje del propio “Sistema”.

Todo lo anterior viene a colación pues necesitamos reconstruir en su integridad a México, si es que deseamos cambiarlo, ya que la otra vía, es tocar fondo en todos los aspectos y así impulsarnos (los sobrevivientes) hacia un modelo con estabilidad, desarrollo y sin divisiones ni discriminación. Mientras algunos mexicanos en lo individual no cambiemos nuestra manera de ser, dejemos el complejo de inferioridad y mezquindad con los que tratamos a otros o a sí mismos, México seguirá igual en beneficio de algunos cuantos. Frase vigente: “Al pueblo pan y circo” utilizada hoy en día como la más simple y sencilla metáfora, pues el pan; es decir los alimentos no llegan a toda la población, la pobreza extrema crece y el circo ahora se observa en los Congresos (Federal o estatales sin dejar de lado los cabildos), en los partidos políticos o en el… barrio o comunidad.

Muchos, la mayoría de los mexicanos, no sabemos trabajar unidos, reunidos, en equipo aun cuando existen múltiples excepciones a lo anterior: Nos articulamos ante la tragedia (huracanes, temblores) sin embargo en las empresas privadas, instituciones educativas, en los gobiernos son pocos los que construyen, innovan  y laboran en equipo; recuerde usted: “El triunfo tiene muchos progenitores, la derrota es huérfana” y todo lo anterior se simplifica con un ejemplo deportivo: ¿Cuántas medallas conseguimos en las Olimpíadas en torneos de equipo? ¿Cuántas en deportes individuales como el box, karate, pesas etc.? México requiere construirse desde la base, una reforma verdaderamente participativa desde abajo y no sólo cupular. Requerimos educación desde el inicio, pero también de humildad (que no deja de ser, una forma de soberbia) para aceptar lo anterior y poder cambiar, pues como escribió George Bernanos en su libro: “El diario de un cura rural” “Odiarse es más fácil de lo que se cree, la gracia es olvidarse”. (Continuará).

Desde luego, amig@ lector@, usted tiene una mejor opinión.

Google News