El mes de julio tiene un lugar “especial” en el calendario político de Querétaro debido a que es cuando los titulares de los tres Poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) y los 18 presidentes municipales rinden sus respectivos informes sobre el estado que guarda la administración y la actividad institucional de dichas entidades gubernamentales.

Tenemos entonces 21 informes en este mes a través de los cuales —supuestamente— las autoridades locales le rinden cuentas a la ciudadanía.

Para empezar, ¿son los informes anuales un mecanismo de rendición de cuentas? Pudieran serlo pero, obviamente, de manera limitada y sólo bajo ciertas condiciones en cuanto a formato, estructura, contenido, tiempos, escrutinio y responsables. En pocas palabras, serían un insumo para rendir cuentas en el mejor de los casos pero nunca accountability en sí.

Entonces, vale la pena hacer dos observaciones: 1.- De acuerdo al texto constitucional local, los informes del titular del Ejecutivo, Legislativo y Judicial se rinden ante la Legislatura y los alcaldes deben hacerlo ante sus ayuntamientos, por lo que el acto oficial y “real” de informar es de carácter horizontal y no vertical. O sea que formalmente hablamos de los informes como un intento de mecanismo de control inter orgánico (entre agencias del Estado con la misma jerarquía) o bien, entre integrantes del mismo órgano de gobierno.

2.- No hay suficientes especificaciones sustantivas o criterios fijos serios sobre la forma y fondo de los informes más allá del mes en que se tienen que presentar. No los hay al menos encaminados a rendir cuentas realmente, por lo que el sujeto que informa puede hacerlo de manera parcial según sus intereses y dando prioridad a la promoción de imagen personal o institucional (cosa que siempre sucede dado el vacío ya mencionado).

Por tanto, cuando el gobernador, los alcaldes, los diputados y magistrados queretanos mencionan en los discursos de las ceremonias o sesiones solemnes correspondientes a sus informes que en ese momento nos rinden cuentas sobre sus actos, no es más que pura demagogia. Es demagogia además porque como ciudadanos no contamos de ninguna manera con la posibilidad de algún tipo de poder o facultad sancionadora sobre las autoridades.

Sin embargo, todo lo anterior resulta irrelevante porque los informes anuales en nuestro estado no son concebidos por la clase política (ni en el marco jurídico) como un acto institucional vinculado a las dimensiones informativa y argumentativa de la rendición de cuentas, sino que preservan un carácter evidentemente ceremonial y ritualista con tufo del viejo régimen. Los informes anuales son un ejemplo de la escasa evolución institucional en dirección a la consolidación democrática en Querétaro.

De lo contrario, el mes de julio sería un momento colectivo (o cuando menos en el círculo rojo) de verdadera deliberación y análisis.

Pero resulta que en julio, el informe es lo que menos importa (es decir, el documento que contiene los detalles de la gestión pública en cierto periodo) porque lo que más se destaca siempre es el evento público en el que se lee el discurso alusivo al informe. Lo que importa es lo que dijo el orador principal del evento, el escenario, los invitados especiales, los aplausos, las fotos y el protocolo vacío.

Los informes hoy día no son más que la oportunidad y el pretexto legal para que los gobernantes e instituciones se exalten a sí mismos. Tenemos así que julio es un mes de fiesta política en Querétaro, de glamour y de publicidad político-gubernamental. ¿Un poco de rendición de cuentas? Ni de chiste.

Politólogo

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