Como ya es costumbre del Presidente de la República, cuando algún evento le incomoda o no lo puede evitar, entonces se dedica a desprestigiarlo aunque caiga en flagrantes mentiras, como es el caso de la próxima concentración ciudadana a realizarse este 26 de febrero en el Zócalo de la Ciudad de México, así como en más de 60 ciudades del país y también en varias del extranjero, como Barcelona, Madrid, Washington D.C. y Los Ángeles, entre otras.

Y no es porque ignore la diferencia entre verdad y propaganda —que busca convencer a la gente—, sino porque lo hace deliberadamente en torno a sus propósitos político-electorales y los de su partido oficial, mismos  que constituyen una verdadera regresión.

Esto no es totalmente novedoso si consideramos que lo ha hecho en el pasado, particularmente en cuanto a la manifestación ciudadana por la defensa del Instituto Nacional Electoral y la democracia, llevada a cabo en noviembre pasado.  Como se recordará, entonces también se intentó manipular el número de asistentes.

Además, poco después realizó su propia marcha oficialista con recursos de todos lados y acarreados también, a la vieja usanza de los que —dicen— no son iguales.

Estamos viendo, pues, otro capítulo de la misma historia. Sí, con  tretas muy parecidas, aunque con renovadas mentiras.

Quienes están convencidos de que la democracia exige que cuenten los votos y se cuenten bien; defienden a las instituciones y un árbitro electoral imparcial;  también promueven la concentración ciudadana contra el Plan B del Presidente. Se tiene previsto que los oradores sean la periodista Beatriz Pagés, el ministro en retiro de la Suprema Corte, José Ramón Cossío, y una mujer que representará a los trabajadores del INE, quienes pudieran quedar sin empleo por las reformas presidenciales.
Pero ante esto, López Obrador mintió al decir que la consigna de la concentración sería “García Luna no se toca”, tratando de desviar los verdaderos objetivos y confundir a más de alguno. También, siguiendo con embustes, ha dicho: “Lo que quieren es que regrese el régimen de corrupción que prevalecía. Entonces, cualquier cosa se convierte en bandera. No se conformaron con bloquear la reforma constitucional en materia electoral que significaba un avance importantísimo…”. Y bla, bla, bla… Así, quien afirma no mentir, no robar y no traicionar.

O sea, según su imaginación, quien defiende la democracia o el voto libre quiere privilegios o es corrupto, y algo más: no puede ser de otra manera. ¿Por qué? Porque él lo dice, y esto es más que suficiente.

No es un asunto menor, se trata de la defensa democrática que ha sido considerado un tema de urgencia nacional por muchas organizaciones y miles de ciudadanos. No es casual que observemos al presidente tan iracundo.

A pesar del cúmulo de inconstitucionalidades del Plan B —que busca el control gubernamental de las elecciones—, continúa el intento presidencial de imposición antidemocrática y autoritario. Pero no únicamente por esta vía, sino también a través de abordar el INE con nuevos consejeros morenistas ahora que habrá cambios en dicho instituto.

Continúa el plan de apoderarse de los órganos electorales para controlar las elecciones utilizando las mentiras como medio y el poder como fin, a pesar de que ello sea deplorable y antidemocrático.

Ante ello, la participación ciudadana, las instituciones y la Suprema Corte de Justicia de la Nación tendrán una actuación determinante.

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