El hombre teme todo lo que desconoce, y de ello, más que nada, teme al futuro y a la muerte. Entre los míticos dioses hagamos breve mención a dos: el que ayudó al hombre a conquistar el futuro y e dios que ayudó al hombre a dominar la muerte. El primero, un dios llamado Prometeo, hijo de una de dioses del Olimpo; se vio condenado a ser amarrado a una roca y a ser torturado por haber bajado del cielo el fuego divino de los dioses y habérselo entregado al hombre. Al segundo, los egipcios lo instalaron en su panteón, un dios llamado Osiris que, como dios de la vegetación ayudaba al hombre a plantar la semilla; la semilla que moría en invierno, tenía que ser vuelta a sembrar para que volviese a nacer en la primavera. Renacimiento que “en vida” añoran los mediocres que han visto la desaparición de ser “actuales”; el pasado de sus mejores días si es que alguna vez los tuvieron; es decir, que ya se encuentran en el cajón de las cosas olvidadas y muertas de la Historia.

La relación espacio-tiempo sigue siendo un total misterio para el humano común y corriente; empero, para los más corrientes que comunes, es una verdadera utopía. Esta ecuación sólo ha sido explicada por la física y, no por grupúsculos sociales de todo el mundo, que persiguen perpetuarse muchos años. El o la artista del espectáculo cursi, deportistas y los llamados políticos al llegar al pináculo de la falsa fama social, pretenden extenderla por los siglos de los siglos Inconscientes por decisión propia y ajenos a la realidad y al momento en el que cruzan sus vidas, se autoerigen como los únicos salvadores de sus congéneres; nadie como ellos (as) para salvar a la sociedad en la cual les tocó vivir.

Gran parte de la sociedad queretana, la que idolatra a su aristocracia rancia, jala todos los días, el manto de un pasado lejano, para cubrir sus actuales etapas de mediocridad. Viven por sus muertos; el triunfo o derrota de sólo once jugadores, es la victoria o no, de casi todo el Estado; por eso, en algunos de los terremotos sufridos fue noticia importante, “la de ocho” que, al rescate acudió un perro… queretano.

Por lo anterior, la búsqueda de la libertad es la única fuerza que yo conozco. Libertad de volar en el infinito mundo. Libertad de disolverse, de elevarse moralmente, de ser como la llama de una vela que, aun al enfrentarse a la luz de un billón de estrellas permanece intacta, porque nunca pretendió ser más de lo que es: La llama de una vela.  (FIN)

Especialista en Derecho del Trabajo, 
Certificado por el Notariado de la Unión Europea. 
lopezaso@outlook.com

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