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‘Quidquid latine dictum sit, altum videtur’ “Cualquier cosa dicha en latín suena profunda”.
La lengua latina o latín ha pasado a la historia, pero puede encontrarse en diversos escritos, obras de arte y pensamientos de algunos de los individuos más poderosos e influyentes de la historia. Algo más que le ha sobrevivido son las frases o locuciones, que frecuentemente son utilizadas para que de manera sintética y ejemplar razonemos sobre una idea más compleja, o entendamos a través de su elemental abstracción nuestras acciones y sus consecuencias. Una de estas frases es memento mori. Las fuentes históricas nos señalan que esta máxima tiene su origen en la costumbre de la Roma antigua (y que quizá tenga origen sabino, pueblo antiguo que habitaba la Italia prerromana), la cual señala que cuando un general desfilaba victorioso por las calles de Roma, tras él un siervo se encargaba de recordarle las limitaciones de la naturaleza humana, con el fin de impedir que incurriese en la soberbia y pretendiese, a la manera de un dios omnipotente, usar su poder ignorando las limitaciones impuestas por la ley, el César y la costumbre. Lo hacía pronunciando esta frase, aunque según el testimonio de Tertuliano, probablemente la frase empleada era: Respice post te. Hominem te esse memento “Mira tras de ti. Recuerda que eres un hombre” (y no un dios). Lo anterior viene a cuento, porque el presidente municipal capitalino, cual César, ha señalado a su buró político, el apegarse a la máxima latina memento mori. Pero la distancia es mucha entre las autoridades municipales y el César y sus generales, quien precavido los mantenía a la raya en su soberbia, en caso (y muy frecuente) de que ambicionaran el lugar del monarca romano. En México, a la clase política le tiene sin cuidado el memento mori, han roto toda atadura con la cordura republicana, ya que son fácilmente seducidos por el poder, utilizándolo en beneficio personal y de clan, sin freno en el dispendio, la prevaricación, el hurto, la simulación, el engaño y la mentira. Quo plus habent, eo plus cupiunt, “cuanto más tienen, más quieren”. Ya que creen (como los antiguos romanos) dei fortioribus adsunt, “que los dioses están con los fuertes”.
La actual administración estatal y la municipal capitalina perdieron el piso desde el primer día. Más allá de una victoria electoral, se levantaron los panistas con una factura por cobrar a quien se oponga a sus caprichos (helicóptero, puentes, predial, jubilaciones, parquímetros, etc.). La renovada derecha llegó arrasando, llevándose por delante todo aquello que se interpuso en su camino, desde los derechos adquiridos por los trabajadores hasta las reglas de juego institucionales. Podríamos aplicarles el refrán latino a superbia initium sumpsit omnis perditio, “de la soberbia toma inicio toda perdición”. Según las encuestas de confianza en México, la sociedad no cree en los políticos y una de las razones es la soberbia manifiesta frente al pueblo. ¿Por qué el quehacer político de Acción Nacional se puede tildar de soberbio?, se pregunta Liliana Rojero Luevano (miembro del CEN del PAN), quien señaló que Acción Nacional nació como un partido de ciudadanos para crear conciencia crítica en el periodo posrevolucionario, surgió de la idea de un rector universitario acompañado de las mejores mentes para iniciar un proceso de empoderamiento frente al régimen dictatorial del partido en el gobierno. Y afirma que el PAN perdió su centro, la búsqueda del bien común, la consecución de los intereses ciudadanos, para mirarse a sí mismo y complacerse de sus ideas y propósitos, peleando por posiciones y pluris, llegando a ver quién controla el presupuesto. Señala que “es evidente que debemos cambiar nuestras formas de trabajo para garantizar que todos los esfuerzos se vuelquen hacia la consumación del bien común que nuestros principios demandan”. Olvidando con frecuencia que salus pópuli suprema lex esto, “que la salud del pueblo sea la ley suprema”. La soberbia es uno de los pecados más graves. Se dice que por soberbio a un ángel lo sacaron del cielo. Es regocijarse en el ego, en la satisfacción de uno mismo. Pero que no se confunda con la autoestima, no, la vanidad es el ejercicio de creerse tanto que no escuchas a los demás, menos les tomas en cuenta. La soberbia es lo contrario a la humildad o sencillez. En política es envanecerse tanto que raya en lo ridículo. Y como señala el proverbio: “Más reinos derribó la soberbia que la espada, más príncipes se perdieron por sí mismos que por otros”. Quod dixi dixi: “lo que dije, dicho está”.