"Por bien que uno hable, cuando habla demasiado
siempre acaba por decir una necedad”

Alejandro Dumas.

Que el presidente sea un genio de la comunicación política y la propaganda o un político ocurrente con aspiraciones bufonescas, poco importa ya en estos momentos.

Las redes sociales, particularmente Twitter, se han convertido en una arena de escarnios patéticos entre los bandos que aman, como una secta, a López Obrador y los que lo aborrecen al grado, ridículo, de endemoniarlo.

Pero, aunque cuesta mucho trabajo para los usuarios de las redes aceptarlo, ni todo México es Twitter ni mucho menos internet es un reflejo fiel de la realidad nacional.

A López Obrador le obsesiona su popularidad, es un hombre que se ha forjado en la gritería y los sombrerazos, de mentalidad dogmática, dicharachera y populista, con un carácter fortísimo que lo vuelve aún más poderoso de lo que ya es.

Ciertamente, hoy nadie le puede hacer frente, la oposición, moralmente derrotada, agoniza con narrativas que se asemejan más a patadas de ahogado que a la construcción de un abanico democrático y plural.

El presidente es, para colmo, un hombre demasiado sencillo en sus metódos para construir resultados, sus estrategias existen solamente en el aire, en las ocurrencias, en las utopías propias de los luchadores sociales y de los soñadores. Es un romántico, un ser bueno y recto que desea lo mejor para su patria pero, francamente, disminuido ante la titánica tarea a la que se enfrenta. El presidente es una víctima sencillísima, un pan comido, para la terca realidad.

No todo es malo, pero las cosas que estaban más o menos bien hoy pintan para terminar en un fracaso monumental.

La violencia seguirá siendo una constante a menos que se aplique una estrategia basada en la eliminación de la impunidad y el combate efectivo al lavado de dinero, los abrazos parece que estorban en el asunto.

De continuar como vamos, sin importar las maromas discursivas, el 2020 será el año más violento en la historia, como lo fue el 2019, y el presidente terminará presumiendo que se incrementó, sí, pero en un menor porcentaje.

La salud, de insistir con la necedad de abrir frentes con la iniciativa privada nacional, regatear las compras de medicamentos y la eliminación de todo lo que se hizo en el pasado, sin importar lo bueno, terminará por costar millones de vidas y por mermar la calidad de otras muchas más.

Y así, uno puede ir sumando más y más elementos que nos llevarán por un camino de mediocridad justificada con acrobacias en la narrativa de la historia…

Sería una lástima que López Obrador terminara su mandato, cuando sea que al final lo termine, como uno de los peores presidentes en la historia.

Por el bien de todos, tal vez sea momento de no hacerle mucho caso al presidente y concentrar nuestro trabajo en escuchar a los que sí saben resolver los problemas, después tal vez, ya sea muy tarde.

DE COLOFÓN.

Hay un fraude llamado servidores de la nación. Es impecable la investigación de la AP y apunta a, en el futuro próximo, ese tema será el Pemexgate de la Cuarta.

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