Elisabeth Kübler-Ross, nacida en Suiza en 1926, dedicó su vida al análisis y observación de miles de casos de experiencias cercanas a la muerte. Muchas de las prácticas que se realizan para cuidar a personas moribundas tienen raíces en las teorías de Kübler-Ross.

“Cuando hemos realizado todo el trabajo que nos correspondía, se nos permite entregar nuestros cuerpos, que aprisionan nuestra alma como un capullo encierra una mariposa, y al llegar el momento justo, podremos salir de él. Entonces estaremos libres del dolor, de penas y angustias, libres como una bella mariposa que regresa a casa, con Dios”.

Esta tanatóloga, a través de sus libros, traducidos a 41 idiomas, expresó lo que pensaban muchos de los pueblos originarios. Los aztecas rendían culto a Itzpapálotl, cuyo nombre significa “mariposa de obsidiana”, una de las diosas de la cosmovisión chichimeca y náhuatl. Para representarla creaban una escultura con forma de mariposa, cuyas alas eran navajas de obsidiana. Era un símbolo del renacimiento y la regeneración.

Patrick Johansson, investigador de la UNAM, ha declarado que las ceremonias mortuorias de los aztecas iniciaban con cantares de lamentos. Los familiares repetían oraciones armónicas durante cuatro días, después de lavar el cuerpo con una mezcla de hierbas aromáticas. Se pensaba que era bueno llorar, lamentarse con dolor por la muerte de la persona, para extraer la tristeza catártica de los cuerpos vivos. “Una mortaja de cantos envuelve el ritual dancístico que evoca a los difuntos y derrama el dolor letal”, explica Johansson.

Hugo Hiriart publicó: “…recordemos que oscuros cuidados y observaciones extrañas han determinado que la mariposa es viva representación del alma inmaterial de los humanos. El amor, lo sabemos, no es más que el aleteo de una mariposa, ese viento sutil, ay, tan frágil, tan expugnable, tan desvalido e indefenso”.

Todo ser humano se pregunta cuál es el valor de la muerte, cómo enfrentar el dolor de la pérdida y si será posible superarla. A través de los siglos, los artistas han creado metáforas y han convertido la palabra en música, danza y obras llenas de color.

La mariposa monarca es el símbolo de América del Norte. Hay dos migraciones: la del este incluye al 90% de las monarcas, que se reproducen al este de las Montañas Rocosas provenientes del sur de Canadá y gran parte de los Estados Unidos. Viajan a los santuarios en Michoacán y el Estado de México. Los mismos individuos de la generación Matusalén, que llegaron a México, inician el viaje de regreso al llegar la primavera. La migración del oeste, cuya población se reproduce al oeste de las Montañas Rocosas, hibernan en la costa de California.

El poeta cubano Nicolás Guillén, nacido en Camagüey en 1902, realizó una de las obras más sólidas de la poesía negra de las Antillas.

Enamorado de la naturaleza, escribió: “Quisiera / hacer un verso que tuviera / ritmo de primavera; / que fuera / como una fina mariposa rara / como una mariposa que volara / sobre tu vida, y cándida y ligera / revolara / sobre tu cuerpo cálido de cálida palmera / y al fin su vuelo absurdo reposara / —tal como en una roca azul de la pradera— / sobre la linda rosa de tu cara…”

En Cien años de soledad, la obra cumbre de Gabriel García Márquez, hay un personaje secundario, Mauricio Babilonia, que aparece rodeado de mariposas amarillas, representando muchas de las creencias de los pueblos caribes. “A Fernanda, sin embargo, le bastó el verlo una vez para intuir su condición de menestral. Se dio cuenta de que llevaba puesta su única muda de los domingos, y que debajo de la camisa llevaba la piel carcomida por la sarna de la compañía bananera. No le permitió hablar. No le permitió siquiera pasar de la puerta que un momento después tuvo que cerrar porque la casa estaba llena de mariposas amarillas”.

Algunos entomólogos han estudiado esta metáfora del premio Nobel. El colombiano Aristóbulo López-Ávila afirma que Babilonia llevaba consigo las mariposas como una manifestación física de las feromonas causadas por el amor que este personaje sentía por Renata Remedios. Los defensores del realismo mágico afirman que la imagen del hombre enamorado se va dibujando a través de un enjambre: cientos de mariposas cuyas alas amarillas son un halo, un aura viva que lo rodea y le hace poderoso.

En mayo de 2007, para celebrar el cumpleaños número 80 del escritor, el gobierno de Colombia hizo restaurar un tren, lo pintaron con mariposas amarillas y llevaron al narrador con sus amigos y familiares a su tierra natal, Aracataca. Multitudes lo saludaron por el camino, y muchos liberaban en el aire estos insectos de alas preciosas para celebrar la vida de un hombre que declaró repetidas veces que escribía para que sus amigos lo quisieran.

No me imagino una mayor demostración del cariño.

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