Es indiscutible la relevancia que ha tenido la existencia de volcanes en la evolución de la Tierra, desde su papel en los procesos iniciales de formación de la primera atmósfera terrestre favoreciendo condiciones necesarias de la Tierra primitiva para el desarrollo de la vida en tiempos ancestrales, hasta su papel como regulador de la temperatura de la corteza terrestre manteniendo condiciones adecuadas para la evolución, tanto de los sistemas biológicos en el pasado, como de los que conocemos en el presente.

A pesar de que las erupciones volcánicas son conocidas por su poder destructivo, es importante conocer los beneficios que proporcionan al planeta. Las grandes erupciones inyectan a la atmósfera importantes volúmenes de gases incluyendo principalmente vapor de agua, CO2 y azufre. Si bien, las cantidades emitidas a la atmósfera son comparativamente menores que las producidas por los gases de efecto invernadero generados por la actividad industrial y la quema de los combustibles fósiles, la actividad volcánica ha estado presente por millones de años en la Tierra, lo que ha permitido mantener una atmósfera relativamente estable, con temperaturas apropiadas para la vida tal como la conocemos.

Es tan importante la presencia de volcanes en la Tierra que, sin ellos y sus efectos en el calentamiento relativo de la Tierra -se ha calculado que el planeta sería por lo menos 12 grados mas frío con respecto a la temperatura media actual-, ocasionaría que varios cuerpos de agua se encontrarían congelados y muchas de las formas de vida conocidas en nuestros días seguramente no existirían.

La esporádica ocurrencia de grandes erupciones volcánicas en la historia de la Tierra crea condiciones especiales de corta duración que pueden tener efectos variados, desde locales y regionales, hasta globales, ya sea durante una temporada o incluso pueden afectar periodos de varios años con una notoria disminución de la temperatura, como ocurrió recientemente con la erupción del volcán Pinatubo, en las Filipinas en 1991, en donde la temperatura descendió en un promedio de 0.5 grados, después de haberse inyectado a la estratosfera del orden de 30,000 millones de toneladas de aerosoles. Este fenómeno se asocia a la creación de capas de aerosoles originadas por la inyección de importantes cantidades de azufre y partículas muy finas que, por su tamaño tan pequeño, permanecen en la atmósfera por mucho tiempo impidiendo la penetración de la radiación solar, reflejando gran parte de ella, con lo cual se origina una disminución de la temperatura, que causa un efecto refrigerante global del planeta.

En algunos casos, estos procesos pueden acarrear efectos indirectos muy importantes en la vida de las comunidades afectadas, como es el caso de la erupción del volcán Tambora en Indonesia en 1815, catalogada como las más poderosa que ha visto el hombre en los últimos años, en donde la nube de cenizas emitida tuvo una gran dispersión que afectó gran parte de Europa, Asia y parte de Estados Unidos, causando modificaciones drásticas en el clima global y dando lugar a lo que se ha llamado el año sin verano, que originó lluvias extraordinarias, inundaciones y heladas que trastornaron gravemente la producción de alimentos de ese tiempo ocasionando la muerte de aproximadamente 90 mil personas por hambruna, desnutrición y enfermedades como la tifoidea, además de originar como consecuencia una importante migración de la población europea hacia los Estados Unidos.

En otros casos, como la extraordinaria erupción fisural del volcán Laki en 1784, en Islandia, se produjo uno de los inviernos mas crudos ocasionados por un evento que, aunque en volumen no fue demasiado grande, si fue capaz de emitir nubes tóxicas con grandes cantidades de ácido fluorhídrico, dióxido de azufre y ceniza que se dispersó en toda Europa y causó efectos globales que generaron hambruna por tres años con la muerte de la mitad del ganado de Islandia y la afectación de cultivos en diversas partes del mundo, considerándose como una de las mayores catástrofes medioambientales de Europa y que se cree que causó la muerte de alrededor de seis millones de personas.

Todos estos datos muestran la gran importancia que han tenido los volcanes en la historia de nuestro planeta como un elemento fundamental en el balance térmico, que permite regular las condiciones aptas para vivir en él.

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