Adquirir una deuda no debe representar una carga negativa para un país, una empresa o una persona. Se trata de recursos que pueden emplearse para desarrollar proyectos de infraestructura, ampliar líneas de producción o adquirir un bien duradero. El requisito indispensable es contratar el crédito de acuerdo con la capacidad de pago, luego de haber hecho una evaluación de las condiciones económicas actuales y a futuro.

EL UNIVERSAL publica hoy que la deuda de los mexicanos con las instituciones bancarias, por medio de tarjetas de crédito, creció en el primer semestre de 2017 en comparación con el mismo periodo del año pasado; buena parte de ese incremento se explica porque hay casi 2 millones de tarjetas más en este momento, que las que se tenían registro en abril de 2016; la cifra actual es de 24.6 millones de plásticos en circulación.

Para la banca, el dato es positivo porque es resultado “de la confianza en un mejor desempeño de la economía” y en los mejores hábitos en el uso del crédito.  Sin embargo, es un índice que debe estar en constante vigilancia pues también puede enviar señales negativas.  Si millones de personas utilizan la tarjeta de manera recurrente para completar el gasto mensual individual o familiar, se estaría generando en el corto y mediano plazos una situación de endeudamiento con alto riesgo de que se incurra en falta de pago, con las consecuencias que ello pueda tener para el sistema financiero.

Una medida que puede evitar lo anterior la han estado tomando los propios bancos en el momento que recomiendan pagar el total de lo adquirido o hacer aportaciones mayores a la cantidad mínima solicitada mensualmente. Pero lo que podría sentar la base de un cambio en la población mexicana es la generación de una cultura financiera adquirida desde la escuela o la familia, en el que conceptos como inversión, interés, crédito, no resulten extraños para nadie.

La bancarización en México es un tema pendiente. Millones de personas no tienen acceso todavía a una institución de crédito, con lo que se pone freno a la posibilidad de que amplios sectores puedan contar con recursos para imprevistos o para proyectos de emprendimiento.

En comparación con grupos informales de préstamo de dinero, muchas de las instituciones bancarias aún siguen siendo mejor opción para no caer en situaciones de usura.

El riesgo de cualquier crédito es contratarlo sin tener la capacidad para hacerle frente a las obligaciones que genera. Si no se pone atención debida a este punto, la fugaz mejoría de nivel de vida que representa ese recurso monetario adicional se convertirá a la larga en una pesadilla familiar, con implicaciones incluso para el funcionamiento de la economía nacional.

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