En el entorno latinoamericano, México es un país que vive procesos de retrocesos en su desarrollo económico. Mientras que países como Brasil, Perú, Colombia han visto disminuir su pobreza hasta en 35%, en México se calcula que existen 20 millones de ciudadanos en pobreza extrema.

Veamos algunas variables comparativas: Perú espera tener un crecimiento de 6.5%, Brasil de 5%, Colombia de 5%; en tanto que México sólo aspira a 3%, y esto condicionado a lo que suceda en la economía norteamericana.

Cuando hablamos que uno de los grandes retos de la administración de Peña Nieto es mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora, pareciera que este asunto no está dentro de sus prioridades; muestra de ello ha sido el incremento del salario mínimo a 64.76 pesos, algo cercano a los 5 dólares diarios; en países como Perú es de 10 dólares, Colombia 11 dólares más un subsidio al transporte, Bolivia 7 dólares, Brasil 13 dólares. Lo anterior nos comprueba que tenemos uno de los ingresos más pobres en América Latina, comparable sólo con Haití.

En México se persiste en que el salario mínimo vaya perdiendo su capacidad adquisitiva, otros países como el caso de Ecuador, por citar alguno, van en sentido contrario, por ejemplo en el 2007 era de 170 dólares al mes y en el 2013 será de 318 dólares. En el mismo lapso, en Perú se dio un incremento de 156 a 287 dólares.

Estos ejemplos nos muestran los caminos diferentes que han tomado las economías latinoamericanas y el impacto social en su población. Una mirada ligera nos muestra los resultados de la aplicación de los paradigmas económicos y su impacto en el desarrollo económico.

Lejos están los tiempos en que México era un ejemplo a seguir, no sólo por la estabilidad política que se vivía, sino también por su modelo económico más equitativo. Hoy tenemos la economía más inequitativa de América Latina, y este es uno de los grandes retos para la actual administración, ya que deberá cambiar el paradigma económico. Los éxitos macroeconómicos a costa de la clase trabajadora sólo han beneficiado a un sector minoritario y han empobrecido a más de la mitad de la población.

En su viaje a Latinoamérica, Peña Nieto ha tenido la oportunidad de palpar los éxitos económicos de estos países y darse cuenta de la falacia económica “exitosa” de la administración de Felipe Calderón. La Comisión Económica para América Latina (CEPAL) ha sugerido el cambio del modelo económico para México. El problema surge cuando vemos que el gabinete económico es el mismo que se hereda desde la administración de Salinas de Gortari, que aplica modelos contractivos, lo que pone en entredicho un cambio en el rumbo económico.

Si bien es necesario tomar en cuenta los riesgos globales y estar preparados macroeconómicamente para afrontarlos, son necesarias reformas estructurales inmediatas encaminadas a una distribución más equitativa de la riqueza. Mirar a los pobres no es populismo, sino una condición necesaria de humanizar la política, de servir al soberano que es el pueblo. Es necesario recordar siempre que el hombre no es un medio para alcanzar fines económicos, sino lo contrario, la economía es un medio para alcanzar la felicidad del hombre. La tarea está escrita y no queda más: o damos un cambio al rumbo económico o seguimos empobreciendo a los cada vez más pobres de la sociedad mexicana.

Investigador del Centro de Estudios Económicos Financieros (UAQ)

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