Por la mañana, los dolores añejos se recienten más, los recuerdos, buenos o malos, afloran y las primeras reflexiones del día se cruzan con el primer tweet de la mañana, la primera notificación en el celular anticipando noticias de todo lo que vive este increíble país. La radio anuncia el último crimen cuya ejecución, además de ser más elaborada, solo se equipará en tamaño al de la impunidad que la prosigue. En la oficina, se escucha en corrillos el último comentario burlón o inquietante, la última declaración de algún funcionario, la notable decisión de algún pseudo prócer, económico, social, artístico o político; todos opinamos por igual, próceres o ciudadanos de a pie.

Y es que opinar es lo más fácil, y si la opinión es acompañada por una fuerte carga emocional, esta se convierte en queja y así sucesivamente hasta alcanzar polarizaciones extremas a veces  poco reconciliables y es ahí donde nos quedamos estancados, donde las opiniones, por no hablar de ideologías, nos separan, donde la diversidad más parece que nos envenena en lugar de que nos fortalezca.

Con estas premisas inicio la colaboración #DesdeCabina de esta semana, reconociendo que seguramente existen muchas opiniones, acciones y quizá pocas posturas conciliadoras ya que, al igual que muchos millones de mexicanos, adoro al país donde nací, donde me eduqué, donde he podido integrar una familia y donde profesionalmente he podido ser útil a los demás gracias a mi trabajo. Quiero mucho a México.

Pero amar a nuestro país no basta, nos toca entender y ser empáticos con todos los que habitan esta nación, con el que cruza la calle, el que se transporta por medios públicos, la que nos recibe en una dependencia, el que legisla local o federalmente, con la que dirige una organización civil, el que enseña en escuelas primarias, la que nos atiende en el servicio médico, el que limpia las calles, con el adulto que ya no trabaja, con la ama de casa que recoge a sus hijos de la escuela, con el empresario que lucha por la nómina cada mes, con el emprendedor cuya ilusión y tenacidad son el mejor ejemplo de que todo es posible; necesitamos entendernos y entender que el cambio empieza dentro de cada uno de nosotros, no esta lejos, pero tampoco está fácil.

Los que queremos a México nos involucramos y buscamos construir puentes de diálogo,  nos esforzamos para entender y dirigir, cuando es posible y cuando las circunstancias lo permiten,  ejercicios que consoliden aquello que se ha hecho bien, empujando a la construcción de nuevos escenarios en los que nuestro país puede sin lugar a dudas participar activa y exitosamente. Del mismo modo, los que queremos México, sabemos que es en el día a día cuando se construye ciudadanía, cuando se combate el hastío de esos pensamientos derrotistas, del para qué, si nada va a cambiar; para qué, si todo es más de lo mismo; por qué esforzarse, si nada de lo que haga o diga puede cambiar la realidad. Siempre es posible, porque los que amamos a México entendemos que, sin ser una actividad de alto riesgo, hacer lo correcto por la colectividad nacional es la mejor apuesta que podemos tener como ciudadanos.

Somos más los que queremos a México, que aquellos que prefieren permanecer impasibles, ausentes de la crítica y fieles a la indiferencia. Hacer lo correcto, desde muy dentro de nosotros mismos y en lo que nos toca, es la manera de más alto impacto que tenemos de querer a nuestro país.

@Jorge_GVR

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