Imposible no pensar en todas las tradiciones que dan marco a las fiestas navideñas: Posadas, piñatas, luces de colores, árboles con esferas, flores de nochebuena, regalos, tarjetas, música, tumultos en los centros comerciales, derroche de dinero y muchas cosas más, que son el éxito de la mercadotecnia y algunas veces, el desastre financiero del tránsito al siguiente año, a pesar de  tantas plegarias.

Detrás de todo esto, también están los motivos reales que dan pie tanto a la profesión de la fe cristiana como a una organización en cada lugar del mundo que provoca y difunde las tradiciones que cada generación  interpreta a su manera. El caso es que nunca pasan desapercibidos los eventos de la época más festejada del año.

Muchas veces nos confundimos pensando que las tradiciones pertenecen, de raíz a nuestro clan o familia. A veces sí, pero el verdadero origen, generalmente se va donde están los más importantes sujetos y organizaciones que hacen una verdadera profesión de fe; como puede ser el Vaticano y los llamados “Lugares Santos”, que son aquellos donde vivió Jesús, el Cristo, los 33 años que anduvo por el mundo.

Hay efemérides muy tristes y otras llenas de alegría en la vida de Jesús, pero sin duda, las fechas más amables y llenas de júbilo son las navideñas que se celebran desde Jerusalén hasta el último confín cristiano.

Ciertamente hay otra tradición muy difundida, como la presencia de San Nicolás, conocido como Santa Claus, perteneciente a los grupos norteamericanos y nórdicos, difundido en algunos otros países.

Ambas costumbres están llenas de tradiciones que visten las ciudades, los pueblos y las familias de mil colores, algunos regalos, muchos focos y en los mejores casos, con una alegría que parece generalizada. A veces las tradiciones se mezclan y se rompen piñatas, se cantan villancicos y el ¡Jo, jo, jo! de Santa es parte de la música que ambienta los centros comerciales que se visten de copos de nieve.

En  muchos países, cristianos por supuesto, la celebración contempla la remembranza del nacimiento del niño Jesús, hijo de Dios; de María y de José. Las imágenes en torno al evento son espléndidas casi siempre y las encontramos por todo el orbe, desarrolladas con gran destreza.

En México estas instalaciones las conocemos como “nacimientos” y en otras partes se les llama “pesebres”, y son motivo de un gran derroche de imaginación, habilidad, interpretación y recursos, que se ponen en juego para salir a escena.

Pero si pensamos en la bíblica narración, podemos suponer que fue mucho más sencillo dadas las condiciones que leemos en la Biblia. De cualquier manera, es difícil llegar a la abstracción de vivir en nuestro corazón las verdaderas circunstancias del nacimiento de Jesús, sobre  todo a manera de metáfora para el mundo creyente.

El arte, como siempre, da fe de estas circunstancias y pensamientos y nos ofrece  montajes de espectaculares instalaciones hechas por artistas, artesanos y legos, que participan en la sinfonía de esta época.

Cada país tiene sus tradiciones, pero en Italia, donde se encuentra la sede de la fe católica, se precian de realizar el pesebre más grande del mundo, realizado en Greccio, población donde se dice que en el año 1223, San Francisco de Asís explicaba a los campesinos el origen de la fecha y en su intento de comunicación, buscó una imagen del evento y dijo haber visto la sonrisa del niño en aquella gráfica, que en breves momentos desapareció, pero en la que todos creyeron y que hasta hoy se sigue recordando con el montaje de un nacimiento de tamaño natural, al que cada vez le agregan más atributos, escenas y espectadores de todo el mundo. Se le conoce como “Il Presepe Manarola” que desde 1976 se hace con materiales reciclados; 17 mil foquitos, la naturaleza y cientos de visitantes.

Los ejemplos se encuentran por decenas alrededor del mundo y México no es la excepción en delicadeza y creatividad, dándole carácter en cada región que se personaliza. Para creerlo, basta mirar en el entorno y pasar una temporada decembrina llena de tradición, fe y destreza

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