Reconstruir lo perdido en los sismos será una tarea titánica, las promesas del Presidente apuntan a lograr avances significativos, al menos, en Oaxaca y Chiapas para finales de año, de hecho, ayer en Ixtaltepec, Peña Nieto les dijo a los damnificados: “Año nuevo, casa nueva”.

Una promesa arriesgada que será leída en muchos círculos con un estrecho vínculo a las elecciones del siguiente año y que, de no cumplirse, podría convertirse en un arma letal contra el candidato del PRI, sea quien sea.

Sin embargo, hay muchos damnificados que han perdido sus casas o departamentos, particularmente en la Ciudad de México, y que no contaban ni con un crédito, porque ya habían pagado su inmueble o les había sido heredado o lo habían adquirido de alguna otra forma, ni mucho menos con un seguro.

Con toda proporción guardada, en 1985 sucedió algo similar, no hubo presupuesto que alcanzara para reconstruir edificaciones que, en estricto apego a derecho, el gobierno tampoco tenía obligación de reconstruir, de ahí, que surgieran varias organizaciones sociales lideradas por politiquillos de la mezquindad y vivales que comenzaron a tomar inmuebles y apropiarse, cual paracaidistas, de fortunas importantes.

Evidentemente, el 2017 es muy diferente a 1985 en varias cosas, sin embargo, de nuevo existen los damnificados de clase media que corren el riesgo de caer en la miseria al perder su patrimonio y no tener la posibilidad económica de adquirir, aunque sea con intereses bajos y subsidios, un nuevo hogar.

¿Es culpa del gobierno?, ¿está obligado el Estado a aportar recursos públicos para reconstruir una inversión privada que, además, alguien optó en su libre albedrío por no asegurar?

Se abre, entonces, un debate políticamente incorrecto pero socialmente necesario, evidentemente nadie podría regatear ni una pizca de ayuda a los estados que más la necesitan, por sus condiciones históricas de marginación y pobreza, pero tampoco se puede esperar que la ayuda que se brinda en Oaxaca o Chiapas, por ejemplo, al reconstruir con cargo al Estado los inmuebles dañados se repita en el Valle de México donde las constructoras salen beneficiadas con negocios millonarios.

Cierto, nadie tiene la culpa de un fenómeno natural, pero ante la tragedia brota la desesperación y siempre será fácil culpar al más visible, al gobierno.

¿Y la responsabilidad de constructoras, de permisos, de corruptelas, etc.?

¿Y la responsabilidad de nosotros para contratar un seguro?, digo, ¿y nuestra responsabilidad, dónde queda?

DE COLOFÓN.— De tantas frases que me decía, me quedo con esa de que nunca debo de bajar la guardia. Te quiero y te voy a extrañar… Cuídese allá con Mr. Hefner, lo abrazo, Maestro Cárdenas. Buen camino.

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