Quizá no todo el mundo esté enterado que en septiembre de 2000, en la ciudad de Nueva York, sede de la ONU, se celebró la Cumbre del Milenio. Esta colaboración pretende difundir cuáles son las obligaciones de los gobiernos del mundo para abatir rezagos históricos y sentar las bases para un futuro mejor.

Los compromisos involucran a todos los gobiernos, sin distinción de nivel y ubicación geográfica. Hace trece años y en el edificio que, luego de la 2ª Guerra Mundial, fue diseñado para dar cabida a los acuerdos globales más importantes para la paz y el desarrollo, representantes de 189 estados ratificaban compromisos, adquiridos en diversos foros durante la década anterior.

Ahora se trataba de formalizar una serie de compromisos de las naciones, firmando la Declaración del Milenio con ocho objetivos para cumplirse en 2015. Cada objetivo contiene una serie de metas, la mayoría de ellas muy concretas y cuantificables, mediante 60 indicadores claros y específicos.

Los objetivos concretos son: erradicar la pobreza extrema y el hambre, lograr la enseñanza primaria universal, promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer, reducir la mortalidad infantil, mejorar la salud materna, combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades y garantizar el sustento del medio ambiente. Además, un objetivo genérico: fomentar una asociación mundial para el desarrollo.

La medición que hace la ONU toma como referencia los datos de 1990 de cada país y a partir de ese año se calcula el avance o retroceso por regiones.

Sobre el primer objetivo que es la erradicación de la pobreza extrema y el hambre, China logró de manera sorprendente reducir los índices en esta materia. En 1990, 60% de su población padecía pobreza extrema y la redujo a 12% en 2010.

En México el programa de la “Cruzada Nacional contra el Hambre” encomendada a la Sedesol se enfrentó a suspicacias y politiquerías, éste es el ejemplo de cómo no debe entorpecerse la acción del gobierno, de cómo los programas deben tener sus consejos ciudadanos para que se cumplan fielmente los objetivos y que los recursos vayan a donde deben ir.

En Querétaro el programa social “Soluciones” cuenta con un órgano ciudadano que supervisa la transparencia y la eficacia de las acciones. Los resultados son visibles pero no faltará quien califique estos programas como electoreros. ¿Cuándo dejaremos de estar elucubrando sobre la buena fe de la acción gubernamental que se propone políticas públicas para disminuir la desigualdad?

Hay otros datos reveladores de avances: se ha ampliado la infraestructura de salud de manera significativa, con lo cual se ha podido disminuir la mortalidad infantil en un 6.4 por ciento y Querétaro es el estado con menos fallecimientos maternos del país.

En educación, la cobertura es universal gracias a una serie de medidas: la adopción de niñas indígenas para que cursen sus estudios (acaba de egresar la primera generación de bachilleres) y la transportación de miles de niños y jóvenes estudiantes de sus hogares más apartados a los planteles escolares. De estos logros y más, el gobernador José Calzada dará cuenta el próximo domingo en su IV Informe de Gobierno. En 2015, cuando acabe su mandato, muchos de los objetivos del Milenio, en Querétaro estarán cumplidos.

Editor y escritor

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