Se cumple un mes del viaje de Hugo López-Gatell a Buenos Aires, lo que trajo expectativas y despertó suspicacias por el abierto coqueteo hacia la vacuna rusa Sputnik V contra la covid. Su presencia allá coincidió con un escándalo de filtraciones periodísticas según las cuales dos gigantes farmacéuticos, Pfizer y AstraZeneca, imputaban a funcionarios del presidente Alberto Fernándezintentos de soborno a cambio de firmar contratos de compra.

En Argentina tiene su sede también otra historia iniciada con la intervención de Carlos Slim, que derivó en un acuerdo en principio a fin de que AstraZenecaotorgue licencia a un laboratorio mexicano (Liomont) para recibir desde el país sudamericano su vacuna y envasarla para atender la demanda del inmunizante, cuando la proyección de muertes por la pandemia hasta abril rebasa las 200 mil.

En ambos episodios hay facetas desconocidas, hay elementos ausentes en el debate nacional, pues el gobierno López Obrador ha optado por mantener la esperanza de que en cualquier momento grandes cargamentos de esos fármacos aparecerán antes de que la tragedia se agrave en el momento más incómodo, justo cuando están a la vista las elecciones.

Desde finales de diciembre pasado, sin embargo, el mundo tomaba nota ya del desastre que se avecina por una escasa producción de vacunas, lo que atraerá un desastre humanitario, sanitario, comercial y geopolítico, orillando a la desesperación a miles de millones de personas en el planeta.

“La cuenta regresiva hacia la catástrofe”, tituló la agencia de noticia Reuters el viernes pasado a un extenso reporte según el cual el conjunto de la Unión Europea asume que no habrá un flujo regular de vacunas en los siguientes meses, y está embarcada en una ruta de colisión con Inglaterra (separada del bloque por causa del Brexit) ante evidencias de que ordenó a AstraZeneca, compañía británica, no exportar su producto durante un lapso no determinado.

Es impredecible cómo gravitará esta decisión sobre el proyecto impulsado por Slim y el excéntrico multimillonario argentino Hugo Sigman, propietario (entre muchas otras) de la compañía mAbxience. Se trata de un personaje fascinante: un antiguo militante del Partido Comunista, exiliado en España desde los tiempos de las dictaduras sudamericanas. Extravagante figura del jet set internacional, amigo cercano del presidente Fernández y, también, del mayor magnate mexicano.

Los compuestos de la vacuna inglesa ya están bajo control de Liomont desde la tercera semana de enero, pero se ignora cuántas dosis podrá fabricar (incluso si podrá hacerlo), en cuánto tiempo y cuándo podrán estar disponibles. La autoridad sanitaria mexicana deberá validar antes esos envases y decidir a qué grupos de edad se atenderá, ante reportes preliminares de que no es seguro administrarla a mayores de 55 años.

En Argentina, como en México, se anunció la compra de “millones” de dosis provenientes de Pfizer. Tres millones anticiparon allá. Como aquí, seguirán esperando. Pfizer anunció hace semanas que está “ajustando” la fabricación de su producto. El presidente López Obrador informó que nos las entregarían la próxima semana, López-Gatell lo corrigió; dijo que no antes de fin de mes. Y casi juró que Pfizer no pretende dejar en mal a López Obrador. Es de suponerse que esa compañía tiene problemas más graves.

Sobre Rusia y su misteriosa Sputnik V, en Argentina estuvo acompañada por un polémico proceso de autorización que debió incluir un cambio legislativo y protestas dentro de la autoridad regulatoria, la ANMAT. De toda suerte, los fabricantes del señor Vladimir Putin han hecho saber al mundo que una oferta masiva no estará disponible antes de abril. Esa es la realidad, y no tiene remedio.

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