Cuando sé de sucesos terribles como el accidente ocurrido el 3 de mayo en el Metro de la Ciudad de México lo primero que me viene a la cabeza es la palabra corrupción.

No estoy especulando con lo que ahí ocurrió. Es una tragedia que afecta a cientos de personas y que nadie debe utilizar con fines políticos.

Estoy hablando de lo que cruza por mi mente cuando escucho historias como esa o cuando me entero que un gobernador huyó del país, cuando un fiscal cierra sin causa una carpeta de investigación o cuando se destinan millones de pesos a construir una obra pública que nunca se concluye.

Cuando escucho que el crimen organizado controla varias comunidades del país pienso en corrupción. Cuando escucho que un político aumenta su fortuna de manera inexplicable pienso en corrupción. Cuando veo que un agresor sexual es candidato pienso en corrupción.

La corrupción es el cáncer que acaba con la paz, la seguridad y la certeza  jurídica. La corrupción protege al agresor. La corrupción gasta el presupuesto de manera opaca. La corrupción destruye comunidades enteras. La corrupción es la primera causa de violación a los derechos humanos porque condiciona los servicios que garantizan una vida digna como el acceso al agua, a una vivienda de calidad, a la atención médica, a la educación, al transporte o al trabajo.

La corrupción contribuyó a que 49 pequeñitos murieran quemados en Sonora. La corrupción permite que hoy una mujer, que cree que merece la abundancia, viva rodeada de lujos tras haber robado los fondos para las quimioterapias de cientos de niños y niñas. La corrupción permitió construir un jacuzzi sobre el Colegio Rebsamen. La corrupción otorga contratos a las familias de los gobernantes. La corrupción se hace de la vista gorda ante las tomas clandestinas y el narcotráfico.

Combatir la corrupción ha sido la promesa recurrente de todos los candidatos y candidatas. Todas, absolutamente todas, las campañas traen de rechiflón el combate a la corrupción. Incluso quienes han sido acusados de corruptos, y hoy nos brindan la oportunidad de re-elegirlos, prometen que si regresan ahora si nos cumplen.

El discurso anti-corrupción es un tema trillado que cada vez convence menos, porque es el discurso de los mismos de siempre. Dice el dicho que “una acción vale más que mil palabras” y si algo nos han enseñado las acciones de quienes buscan acceder al poder es que el combate a la corrupción es una promesa vacía que olvidarán en el momento mismo en que conozcan los resultados de la elección.

Se requiere una investigación exhaustiva, objetiva e imparcial para conocer lo que ocurrió en el Metro de la Ciudad de México, igual que se requiere para todos los otros casos que han quedado sin respuesta.

Ruego que conforme pase el tiempo veamos una reducción en los niveles de  corrupción que imperan en México para que lo primero que se nos venga a la cabeza no sea que la causa de las tragedias es la corrupción.

Directora Regional de CELAPAZ 
e integrante de la Red Nacional 
de Alertistas.


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