El juez constitucional de la Corte estadounidense, Louis Brandeis, en repetidas ocasiones solía afirmar que: “el mejor desinfectante para la corrupción es la luz del sol”. Con ello fundamentó numerosos votos particulares y sentencias para transparentar el ejercicio de los “asuntos de Estado” que, hoy se vanaglorian los expertos en decir que hay temas bajo estricto sigilo o confidencialidad, lo que no es otra cuestión que la protección de cotos de poder, ahí cobra relevancia esa frase de la “información es poder”.

Me refiero a este tema con motivo de las constantes acusaciones locales y nacionales entre los partidos políticos y candidatos sobre temas de corrupción, injurias, calumnias, ilegales intervenciones de comunicaciones, videos filtrados, fallidas estrategias de guerra sucia en los cuartos de guerra de los candidatos, etcétera.

En principio debe asentarse como premisa metodológica que, la libertad de expresión es una libertad preferida, cuyo trato y ponderación tiende en las cortes y tribunales del mundo democrático a superponerse sobre otros derechos, como por ejemplo el honor o la legalidad. Es mejor para la construcción democrática que en una sociedad libre exista pluralidad en los medios de comunicación, aunque en ocasiones esto arrastre a dejar sin la tutela a otros derechos.

La materia político-electoral no está exenta de esta premisa, antes bien se ensancha y la Sala Superior del Tribunal Electoral, en su faceta de Tribunal Constitucional, estima bajo el canon de proporcionalidad que es mejor saber qué se dice o se piensa de tal o cual candidato, partido o funcionario antes de limitar el ejercicio de la libertad de expresión.

En este sentido, es válido jurídicamente que dentro de las campañas electorales los candidatos suban el tono de sus acusaciones; el tema a debatir no es jurídico sino político. Por supuesto, existen recursos legales y procedimentales para desmentir alguna afirmación falsa y consecuentemente establecer un contrapeso a informaciones inexactas. Tal es la razón del derecho de réplica, el cual por naturaleza complementa a la libertad de expresión.

Ahora bien, lo sostuve en este espacio varias veces, hoy lo diré coloquialmente, “lo que Pedro dice de Juan, dice más de Pedro que Juan”; la psicología moderna establece que “mientras un dedo apunta en una dirección acusando, tres dedos dicen lo mismo sobre quien lo afirma”.

La filosofía política y jurídica de ninguna forma avalan la guerra sucia, al contrario, Rodolfo L. Vigo destacado jurista argentino, quien ha estudiado este fenómeno pronunciándose sobre el hecho de que, lanzar acusaciones con o sin fundamento tiende a ser regresivo y dañino para quien las propicia, así como al propio sistema democrático.

Cuestión diferente es el hecho de intervenir “ilegalmente” una comunicación; “sembrar” hechos o difamar y denostar a una persona. Con independencia de la forma en cómo se obtuvo el audio del consejero presidente del INE, fue reconocido por él en su contenido y ofreció una disculpa. La discusión en todo caso, se incardina en el plano ideológico y la conducción de las instituciones democráticas de este país, para ello las redes sociales han dado cuenta puntual de lo sucedido.

Mi opinión académica está construida en el sentido de respetar la libertad de expresión pero nunca el ataque fundado o no en aras de conseguir el poder político. Repruebo la ilegal intervención de comunicaciones y, mas aún el hecho en sí del contenido de la comunicación. Peor aún, quienes apuestan al error, la calumnia y la diatriba llevarán beneficios a su causa; se equivocan, la historia comparada de las democracias sólidas y maduras del mundo occidental dan cuenta de ello. Este tipo de conductas debilitan al sistema democrático y permiten que los poderes fácticos y contra fácticos acumulen poder y en una oportunidad, ante un debilitado y desarticulado sistema institucional, estos poderes controlen la situación y exista una regresión antidemocrática.

A unas semanas de lo que debería ser un logro ciudadano, como es la elección democrática de nuestros representantes, duele reconocer que los actores políticos hayan optado por la razón de estado, por la guerra sucia, por el demérito de las instituciones que costaron años de lucha. En fin se me antoja algo nietzcheneano: humano, bastante humano.

Doctor en derecho por la Universidad Panamericana y especialista en justicia electoral. @cdlocobos

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