La dinámica de la lucha política se ha intensificado en nuestro país y crecerá en la  medida en que se acerquen las elecciones del Estado de México y Coahuila este año, así como la presidencial del año 2024. Son extraordinarios estos tiempos para repensar la política como teoría y como práctica para diseñar una nueva guía de ruta para el México del futuro.

En el año 2018, con el triunfo del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) en las urnas, para la Presidencia de la República, rompió la inercia del sistema político, alterando las formas del quehacer político. Durante 36 años, la población en general se mantuvo callada por múltiples razones, ya que durante el proyecto neoliberal-globalizador se impuso la economía como ideología y práctica dominante subordinando a la política para justificar el arribo de una tecnocracia acorde con esa ideología. Entonces, la política pasó a ser un instrumento del mercado, traducida a una práctica utilitaria por una minoría en el poder para lo cual el modelo se fincaba en las privatizaciones, privilegios y corrupción. Ese pensamiento está ya en estado terminal.

La oposición no ha sabido descifrar la coyuntura política actual para actuar de forma consecuente. La sorprendió el cambio de poder y sólo se han limitado a las injurias y vituperios. En función de estos “valores” es como se movilizan y recurren a expresiones nada deseables para la política. Es así como irrumpe un nuevo concepto conocido como LAWFARE. A contrapelo, en lugar de debatir con el grupo en el poder actual a partir de ideas y diálogo, en el marco de los pesos y contrapesos, se han inclinado por intentar promover el derrrocamiento de un gobierno ganador en las urnas.

¿Cómo lo han hecho?

En su momento, la oposición buscó controlar el Congreso de la Unión y no pudo; sin embargo, lograron la contención de iniciativas presidenciales. En el mismo derrotero, ahora, el espacio estratégico es la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN); desde aquí se niegan las decisiones políticas del Ejecutivo en nombre de la Constitución. En una tesitura blanda, la tarea es mantener una guerra de baja intensidad jurídica para debilitar al Ejecutivo y enviar mensajes a la población de que todo se está haciendo mal.

La guerra jurídica (LAWFARE) contra el Ejecutivo y en especial contra el Presidente de la República no tiene futuro en el caso mexicano. Más bien, si la oposición no se incorpora al debate ideológico de la Cuarta Transformación (4T), paulatinamente, irá perdiendo más espacios en gubernaturas y municipios. Este fenómeno ya está a la vista. El poder del Estado mexicano está nutrido de una gran diversidad de bases sociales. Los ciudadanos de hoy ya no permanecen en silencio como antaño, se expresan y se han enganchado al discurso dominante.

La contradicción fundamental de la oposición es superar la ira de haber perdido el poder presidencial, estudiar científicamente la coyuntura mexicana y mundial, y alentar la autocrítica reconociendo las contrariedades que los llevó a la derrota. En rigor, la oposición está en estado de indigencia política e intelectual, lo cual en nada beneficia a nuestro país y sus regiones.

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