En la columna anterior hablamos sobre las relaciones entre los seres vivos pueden ser biorrelaciones, asociaciones o simbiosis. El impulso de unión es otro tipo de relación que puede ser esporádica o permanente. Así la relación con los congéneres se establece a través de comportamientos de atracción o apaciguamiento. Los animales que se comportan sumisamente pueden acercarse más a un congénere que aquellos que tienen la actitud amenazante. Por ejemplo, el león marino macho actúa como apaciguador para mantener unida su manada; cuando dos hembras se pelean el macho dominante se acerca y se coloca entre ambas realizando movimientos que les transmiten calma. Por otro lado, también hay especies que llegan a ser gregarias (del latín: grex = rebaño y arius = pertenencia), donde se juntan los individuos para beneficio mutuo, ya sea para protegerse del clima o como defensa de depredadores externos. Por ejemplo, los isópodos (pequeños crustáceos acuáticos terrestres, como las cochinillas de las casas y jardines) que normalmente viven solitarios, se reúnen durante las épocas de sequía formando pelotones y se protegen así de la desecación. En este caso, la vida gregaria aunque sea temporal sirve de protección contra las condiciones climáticas. En el caso de los impulsos de unión para protección de los depredadores, se observan en muchas especies de peces, aves e incluso mamíferos, al conformar cardúmenes, bandadas o las manadas respectivamente, donde muchos de los individuos del grupo se cuidan entre sí dando señales de alarma o aviso, cuando perciben riesgos. Los casos de unión social o sociedades se ejemplifican con las sociedades de castas de las termitas, las hormigas y abejas, lo que optimiza la reproducción, crianza, obtención de recursos alimenticios y defensa de toda una comunidad gregaria, en beneficio de la especie. Existen otros tipos de sociedades jerárquicas, donde los elementos del grupo o individuos tienen una posición determinada, basada en la dominancia o sumisión, que incluso se puede dar por comportamientos de competencia o agresión para obtener la más alta jerarquía en la colonia; esto se presenta en especies de primates, como en el caso de mandriles, donde existen relaciones de contacto y cuidado de las crías por parte de las hembras fértiles, las crías buscan protección en las hembras, esporádicamente buscan contacto con los machos en acción de saludo, otros integrantes del grupo son vigías contra depredadores o elementos de otras colonias aunque sea de la misma especie para establecer territorialidad. El Territorio Por último, entre las asociaciones intraespecíficas el comportamiento territorial asegura a un animal o grupo un lugar para vivir o esconderse, ya sea de depredadores o incluso de otros congéneres. Es decir que el territorio puede ser de un sólo animal, o también de un grupo que lo defiende contra los congéneres no pertenecientes al grupo. Un ejemplo de la territorialidad, lo podemos observar entre los hámsteres (no domesticados), los machos y las hembras viven solitariamente, y sólo habitan transitoriamente un mismo nido durante la época de reproducción, incluso las hembras viven sólo durante un corto tiempo en compañía de sus crías. Pero, después de la época de crianza éstos pequeños mamíferos defienden su territorio y llegan a expulsar a miembros de su propia especie incluso a sus crías, con lo cual esta intolerancia ligada a un área específica asegura en algunos casos la dispersión de la especie. Finalmente, con todo este panorama expuesto de las asociaciones que se pueden observar dentro de una misma especie, dependiente del grupo particular del que se trate, podemos llegar a identificar algunos de los comportamientos intraespecíficos dentro de en nuestra propia especie Homo sapiens. *Coordinador de la Unidad Multidisciplinaria de Docencia e Investigación de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México, Campus Juriquilla

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