En Me quedo contigo, cuatro muchachas (Anajosé Aldrete, Beatriz Arjona, Ximena González-Rubio y Flor Eduarda Gurrola), niñas bien, hijas de familia, de mucha cultura y de mucho mundo, se van de reventón.

Se montan en su camioneta y terminan en una cantina donde sólo sirven “caguama o caguama”, que se toma con vasitos desechables, en una mesa y sillas de plásticos.

Manada de hienas cazando en los bajos mundos, en busca de naco/presa.

En el camino, este puñado de “porkys” se encuentra a un vaquero (Iván Arana) y lo levantan para hacer con él lo que les venga en gana. El vaquero, con sombre de ala ancha, bota de punta y ajuar blanco pureza. Al hombre lo besan, lo torturan, lo violan y luego sucede lo que tiene que suceder.

Las mujeres En me quedo contigo son bonitas pero peligrosas, mal habladas, albureras, crueles, coquetas, sexosas, misóginas y radicales. También toman, fuman, se drogan con calmantes, violan, y ligan de la peor manera.

Las mujeres en esta película organizan una masacre con un vaquero bonito (Iván Arana) y se bañan en sangre, cual aquelarre de brujas.

Las chicas de Artemio juegan sobre el pene de látex del vaquero y luego se hacen de la “pis”. También cantan una triste canción de amor con el pene de látex como micrófono.

Estas Nenas  del mal se sienten influyentes e intocables, cual lady 100 pesos: “no hay pedo, neta, tu relájate, el papá de Ana tiene un chingo de varo”, le dice Sofía (Flor Eduarda Gurrola) a Ana, la españolita (Anajosé Aldrete).

Las damitas de esta historia, se supone, son como los hombres, pero con ovarios, igual de sanguinarios, crueles y malosos.

Pero no tanto en realidad. Las mujeres de Artemio son mujeres en venganza, peor mujeres a final de cuentas, aplicando la ley de “ojo por ojo” en el asunto de la violencia de género.

Pero ni el corte de los pezones ni la violación anal con una estatuilla chafa de un Óscar es tan humillante que ver al vaquero con tanga de bailarín de antro gay. Porque en esta masacre, más que las mutilaciones, la sangre a litros, lo que más duele es la humillación.

De eso va Me quedo contigo, de que los hombres ven que es lo que siente en carne propia la violencia hacia las mujeres, el acoso de todo tipo.

Artemio lo explicó como una forma de atacar el machismo en el cine. Machismo a la inversa “Las mujeres en el cine responden a una acción”, dijo.

En Thelma and Louise (Ridley Scott , 1991) se convierten en prófugas porque una de ellas es violada. Las mujeres de Kill Bill de Quentin Tarantino, se convierten en máquinas de matar porque son acorraladas. Mujeres con valor y coraje como la Clyde (Faye Dunaway) de Bonny and Clyde (Arthur Penn, 1967), que viven fuera de la ley y se defiende con pistola en mano.

Pero las mujeres de Artemio se parecen más a las niñas de Kids de Larry Clark, que se burlan de los chavos que todavía creen que ellas, a sus 14 o 15 añitos, son todavía vírgenes.

Las mujeres de Artemio son del tipo de El Apando de Felipe Cazals, defendiendo a sus hombres a puñetazo limpio en la prisión de Lecumberri, lazando patada con tacón de aguja y enseñando calzón a los reos de la colonia penitenciaria.

Porque mujeres “cabronas”, en cine mexicano, y en el cine en general, hay muchas.

¿Luego entonces, cuál es la novedad en Me quedo contigo? Poco  y nada.

Película con una narrativa accidentada, con tomas largas y fijas, con imágenes oscuras y empastadas. El sonido desmadrado y adornada con un poco de arte de provocación.

Me quedo contigo es cine de guerrilla que prefiere atacar los sentidos antes que despertar la conciencias. Es una película hecha para  molestar la vista. Es como un escupitajo a la cara y ver cómo reaccionas el afectado, en este caso el espectador. Filmada con morbo y para el morbo. Es una provocación y nada más.

En todo caso, lo nuevo, que no es tan nuevo, está en los explícitos de la acción, y la estética de cine porno de mala calidad. Novedad en la estética burda y mal hecha a propósito. FIN

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