Hablar de la madurez es un privilegio que solo el tiempo te regala y, asumir sus consecuencias, es una decisión personal que tomas cualquier día que te enteras que tu mayor patrimonio son años. Cada uno de ellos ha ido llegando con una precisión insospechada, a pesar de que nuestra percepción sea distinta al considerar que algunos se mueven a mayor velocidad que otros. Lo cierto es que el tiempo resulta el único recurso que se nos da a los seres humanos por igual en el transcurso de nuestra vida, independiente de circunstancias y particularidades que rodean a cada persona.

La capacidad o talento para aprovecharlo es personal y único para cada quien y por ello, cada uno lo vemos de manera distinta. Sin embargo, también es cierto que conforme pasan los años, medimos y valoramos el tiempo de una forma diferente. De niños, los días transcurrían más despacio, pero en ocasiones no eran suficientes cuando de jugar y divertirse se trata. Por el contrario, unos minutos son una eternidad cuando estabas sentado en un consultorio médico, sobre todo si se trataba del dentista. El tiempo, aunque transcurre inexorablemente, nos afecta y lo utilizamos de manera única cada quien.

Madurar es a su vez, un proceso muy personal, el cual tiene el referente de aprender y evolucionar a partir de la experiencia de vida para llegar al momento donde hacemos frente a las circunstancias y contingencias de otra forma a la de antaño, con otras características, como mayor  entereza, templanza, serenidad, paciencia y resolvemos, tanto los asuntos cotidianos como aquellos especiales, sin propiciar tantos efectos colaterales.

Parece también que las dificultades y las circunstancias adversas tienen a su vez un efecto catalizador cuando de madurar se trata. Es ahí, en las duras, cuando las personas aprendemos a valorar nuestro entorno y nuestros afectos, reconocemos que la vida es como es, azarosa y llena de  cosas buenas y malas. Reconocemos que la felicidad no es un destino ni un camino claro. Sino es fundamentalmente una actitud ante la vida misma y significa definir y comprometer la visión que tenemos de nuestro quehacer mientras respiremos.

Apasionarse con las ideas, con el deseo de crecer y de obtener, hacer y deshacer, son cosas propias y relativamente naturales en el proceso de crecimiento de toda persona. Aunque en ocasiones creamos que los demás debieran pensar y actuar como nosotros. Nos afanamos inútilmente en defender puntos de vista o en tratar de convencer a otros. Nos enemistamos con quienes piensan distinto y más grave aún, rompemos vínculos como si fuéramos aficionados enardecidos en un clásico de fútbol.

Cuando maduramos, nos damos cuenta que lo realmente importante, parafraseando el final del párrafo anterior, es que nos guste el fútbol y sigan existiendo canchas y estadios para practicarlo y disfrutarlo, más allá de nuestra preferencia hacia algún equipo en particular. También nos damos cuenta que hacer por los demás es más valioso que solo buscar el beneficio personal y nos reconocemos parte de toda una comunidad y no seres independientes y autónomos que simplemente coincidimos en el aquí y en el ahora.

También hay que aprender de las maduras, de los momentos y experiencias buenos en los que cosechamos aquello que se siembra en años y en tiempos anteriores. Hacerlo nos permite transitar mejor y conseguir darle sentido a la vida misma. Vamos guardando convicciones que nos acompañarán lo que nos reste de camino.

Las ciudades, como las personas, tienen sus duras y sus maduras. Con vidas y tiempos muy distintos, van creciendo y madurando a otro ritmo, por las circunstancias que propiciamos quienes las habitamos tan solo un momento de su tiempo. Tengo la percepción de que nuestra ciudad, además de crecer, está en su tiempo de madurar y definir que es lo que desea. Es decir, cual debe ser su vocación en el mediano y largo plazo y cuales deben ser las actividades preponderantes que la caractericen y hagan diferente o similar a otras en el mundo, sin dejar de reconocer que, como las personas, cada ciudad es única. La nuestra enfrenta retos interesantes para mantener la calidad de vida  que nos ha ofrecido a quienes la habitamos desde hace muchos años y considero que también vive uno de sus mejores tiempos por todo lo que nos ofrece.

Entre retos y oportunidades, se le juntan sus duras y sus maduras. Hagamos cada quien lo bueno que nos corresponde para seguir valorando este Querétaro nuestro que deseamos conservar.

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