Revisé ayer el ranking de las 50 ciudades más violentas del mundo en 2020. El alma se me fue a los pies: de las 50 ciudades más violentas del planeta, 18 son mexicanas.

No solo eso, las primeras seis posiciones del ranking mundial del homicidio las ocupan ciudades mexicanas.

Desde hace 13 años, el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal elabora, a partir de datos oficiales, públicos y verificables, un listado de las ciudades de más de 300 mil habitantes con las tasas de homicidio más elevadas del mundo.

Según reporta el Consejo en su último informe, presentado hace unos días, en siete de 13 ediciones una ciudad mexicana ha figurado siempre como la más violenta del planeta.

En esta edición, sin embargo, México aparece convertido por segundo año consecutivo “en epicentro mundial de la violencia homicida”: es el país con mayor número de ciudades violentas.

Celaya está en primer lugar con una tasa de 109.38 homicidios por cada cien mil habitantes.

Le sigue Tijuana con una tasa de 105.51 (en 2020 se cometieron 2, 155 homicidios). Y en tercer lugar está Ciudad Juárez, cuya tasa es de 103.61 (1, 567 asesinatos).

Los siguientes lugares en el ranking los ocupan Ciudad Obregón, Irapuato y Ensenada —también con tasas altísimas: 101.13, 94.99 y 90.58, respectivamente.

Del epicentro de violencia forman parte también Uruapan, octavo lugar mundial; Zacatecas, posición número 15, y Acapulco, 18.

Entre las posiciones 25 y 49 se encuentran Culiacán, Cuernavaca, Morelia, Chihuahua, Colima, Cancún, Ciudad Victoria, León y Minatitlán. Todos los rumbos del país, sumergidos en un furor homicida a niveles de escándalo.

En 2008, 2009 y 2010, una ciudad mexicana figuró entre las más violentas del mundo. En 2017 y 2018 volvió a ocurrir.

En 2019 y 2020 sucedió nuevamente, aunque con rasgos alarmantes: las seis ciudades más violentas del mundo fueron mexicanas, y de las diez más violentas, siete están en este país.

Según informa el Consejo, solo en esas siete ciudades se cometieron 5,852 homicidios en 2020.

“México ya lleva dos años como epicentro mundial de la violencia homicida. No es una casualidad. En 2019 y 2020 se ha aplicado la peor política de ‘control’ del crimen, por parte del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador: por un lado, al no actuar contra los grupos criminales, principales responsables de la violencia, más que excepcionalmente (…), por otro lado, al aplicar vastos programas de subsidios con la esperanza de que los delincuentes, a cambio de ellos, dejen de delinquir”, se lee en la información que acompaña el informe.

Mientras en países muy complicados, como Brasil —figuran en el ranking 11 ciudades brasileñas—, la tasa promedio de homicidios fue de 47.27, en las ciudades mexicanas fue de 67.09.

Las cifras son abrumadoras. Indican en qué momento de México nos encontramos, rumbo al tercer año de un gobierno que ofreció parar la violencia y los homicidios en solo seis meses, y más tarde pidió un plazo de un año.

Son cifras que hablan del fracaso de la Guardia Nacional, del fracaso de la militarización del país, del fracaso de la supuesta estrategia de seguridad —basada en los abrazos—, y del avance incontenible del crimen en Guanajuato, Tijuana, Chihuahua, Sonora, Baja California, Michoacán, Zacatecas, Guerrero, Sinaloa, Morelos, Colima, Quintana Roo y Veracruz.

Ahí la realidad de la gente son ejecuciones, extorsiones, “levantones”, secuestros, homicidios convertidos en una parte cotidiana de la vida.

López Obrador ha fracasado en el manejo de la pandemia, de la economía, de la pobreza, del desempleo. Fracasó también en esto: en el país que gobierna, 18 ciudades figuran entre las más violentas del mundo; seis de ellas son las más violentas del mundo.

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