Se encuentran en la zona metropolitana de Guadalajara. La mayor parte son rentadas. Algunas otras están abandonadas. Un reportaje de EL UNIVERSAL publicado el año pasado las bautizó como “las fincas del terror”. Son las casas de seguridad del crimen organizado, en las que cientos de personas son torturadas, desmembradas y enterradas en fosas clandestinas. Son las casas de seguridad que no dejan de aparecer con cadáveres y bolsas con restos humanos enterrados en patios, habitaciones y garajes.

En julio de 2019, policías federales arribaron a un domicilio de Santa Cruz de las Huertas, en el municipio de Tonalá, Jalisco. Seguían a un hombre que al verlos patrullar intentó esconderse, y más tarde huir por las azoteas. Al entrar en aquel domicilio de la calle Reforma, los agentes hallaron tres cuerpos, con la cara cubierta con cinta color plata, en una habitación.

Dos cadáveres más habían sido depositados en el jardín. En la casa había ropa con rastros de sangre, algunos zapatos, un sombrero viejo, una soga amarilla. Tres personas que se hallaban ahí secuestradas fueron rescatadas con golpes y señas de tortura.

Se  mandó traer una unidad canina que detectó en el lugar varias fosas clandestinas. Se cavó en los sitios que los perros habían señalado. Una semana después habían aparecido 12 cuerpos y 11 bolsas con restos humanos —a las que el personal forense, macabramente, denominó “los bultos”.

Una de las bolsas estaba tan podrida que al ser desenterrada se rasgó. Ante la vista de todos cayeron al piso los pies y el torso de un hombre que habían segmentado.

En los meses que siguieron, en una sucesión siniestra, se localizaron 16 fosas en Guadalajara, Zapopan, Tlajomulco, El Salto, Zapotlanejo… Había en ellas 133 cuerpos humanos.

Ese año, dentro una vivienda de la colonia El Campanario, en Zapopan, a la que había llegado con una orden de cateo, la policía exhumó 30 cadáveres. Se hallaban repartidos en siete fosas. Tan profundas, que la Fiscalía General de Jalisco se vio obligada a llevar maquinaria pesada a la vivienda y asesorarse con ingenieros estructurales a fin de no debilitar las paredes.

Se hallaron cuerpos enterrados hasta a tres metros de profundidad, según el fiscal del estado.

Pocos días antes, elementos de la fiscalía llegaron a una vecindad ubicada en otra colonia de Zapopan, la Colli Urbano. Los vecinos habían identificado el lugar como un punto de venta de droga, así que ahora se hallaba abandonado y con sellos con clausura. Los vecinos reportaban, sin embargo, olores fétidos. La policía encontró una fosa con dos cuerpos. Siguió cavando y aparecieron otros tres. Más tarde se exhumaron otros siete.

Al final había en el piso una hilera de 17 cadáveres en avanzado estado de descomposición.

En los primeros cinco meses de 2020, el gobierno del estado reportó el hallazgo de 215 cuerpos en fosas de Tlajomulco, Zapopan, Jocotepec, Juanacatlán, Santa Cruz del Valle y El Salto.

Solo en enero aparecieron 157 cadáveres. En mayo fueron encontrados otros 32. Eso, sin contar los siniestros “bultos” que no se han podido “rearmar”.

Más de la mitad de las fosas fueron cavadas en patios o habitaciones, en colonias repletas de vecinos que habían advertido que en aquellas casas algo anormal estaba ocurriendo, debido al extraño movimiento de gente y de vehículos. Vecinos que por miedo suelen guardar silencio y voltear la vista.

La mayor parte de los hallazgos, sin embargo, se dieron mediante llamadas anónimas al 911. Otras veces los vecinos se decidieron a contactar a las autoridades porque “el olor a muerto” se había vuelto verdaderamente insoportable.

En otros casos investigaciones diversas han llevado a las autoridades a “las fincas del terror”. Hace unos días, agentes de la fiscalía del estado que, como parte del Protocolo Alba, andaban en busca de una mujer a la que habían reportado desaparecida, recibieron el discreto aviso de los vecinos de que en una casa cercana estaba ocurriendo algo muy turbio.

El sábado pasado, la fiscalía anunció el hallazgo de 75 bolsas con restos humanos: 36 se hallaban en un predio de Tlaquepaque, en la colonia Santa Anita; 39 en un barrio de Zapopan, La Higuera.

Al mismo tiempo se iniciaron excavaciones en una casa de la colonia Lomas del Sur, en Tlajomulco. “La mayoría de los cuerpos han sido extraídos en segmentos”, informó la dependencia.

Las autoridades aseguran que sicarios de los grupos criminales en pugna (el Cártel Jalisco se partió en dos hace unos años) “levantan” adictos para que confiesen dónde compran la droga y más tarde se llevan a los vendedores, para colocar en la zona a su propio vendedor.

La verdad es que en la mitad de los casos las víctimas no han sido identificadas: muchas veces resulta difícil saber, incluso, las causas de su muerte.

Solo quedan cuerpos y bolsas, despojos sin historia arrojados en las fosas de las casas, las fincas del terror.