En los últimos días se han prendido los focos rojos por parte de las autoridades de los tres órdenes de gobierno respecto a los altos índices de violencia en los centros escolares de nuestro país. Sin embargo pareciera que esta valida preocupación nos pudiera llevar –por las prisas- a cometer algunos errores que solo atiendan a los efectos y no a las verdaderas causas del problema.

Las cifras que el Instituto Nacional de Evaluación Educativa ha presentado revelan la dimensión del largo camino que nos queda por recorrer para disminuir este grave fenómeno; por poner un ejemplo, en el nivel de primaria, 8.8 % de niñas y niños han incurrido en actos de violencia en la escuela y 2 de cada 10 han protagonizado riñas, también en la misma educación primaria, 10 % reconoce haber robado o amenazado a un compañero o compañera de clases.

Estas cifras nos dice lo que pasa en las escuelas, pero es importante señalar que los niños y las niñas no se convierten en personas agresivas con el simple hecho de ingresar al centro escolar; el problema es multifactorial y más profundo de lo que creemos.

Un dato alarmante nos dice que 97% de las niñas y los niños acosadores fueron víctimas de maltrato familiar en sus casas y en la mitad de los casos, las madres reportan violencia de sus parejas hacia ellas.

Estos niños y niñas que agreden en las escuelas no son más que el reflejo de lo que viven día a día en sus casas y en sus entornos más próximos; son el resultado de la marginación y desatención de sus propios familiares, de la desigualdad social y económica que vive nuestro país y que en muchas ocasiones debemos antes de juzgarlos, castigarlos o reprimirlos, analizar hasta donde el estado ejerce cierta violencia estructural al no otorgar las condiciones mínimas de salud y educación de calidad.

El esfuerzo emprendido esta semana por los representantes populares para crear una Ley General para la Prevención y Atención de la Violencia Escolar, deberá no solo atender el fenómeno intramuros, también corresponderá hacer un diagnostico serio sobre las causas de los conflictos, la estrategia para que estos conflictos no escalen y el tratamiento adecuado a la violencia como ultimo eslabón de la cadena.

Un acierto en la citada iniciativa es la que propone la creación de Comités para la Convivencia Escolar, donde de forma colegiada actuaran las autoridades escolares, el personal docente, las madres o padres de familia o tutores, así como estudiantes del propio centro educativo.

Sin embargo, creo firmemente que estos Comités al ser capacitados en diversos temas como derechos humanos, cultura de la legalidad o manejo de conflictos, también deberán constituirse en centros de mediación que busquen con la técnica adecuada resolver de inmediato los conflictos antes de que den el siguiente paso.

Creo que con el simple hecho de sentar a dialogar a las partes de una comunidad escolar, ya es un gran paso, lo importante será que sus integrantes asuman la responsabilidad y que juntos encontremos el mejor camino para que estos niños y niñas encuentren el mejor futuro y un país sin tanta violencia.

Director General ArtMol Consultores y Servicios

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