Han pasado más de cuarenta años desde la publicación en 1980, del libro "El Síndrome de la Mujer Maltratada" (The Battered Woman Syndrome), de Lenore E. Walker, el primer estudio del impacto sicológico de la violencia doméstica en las mujeres. Los resultados de su investigación dieron lugar a políticas públicas, modificaciones a las leyes y campañas para erradicar la violencia. En 2016 se publicó la 4a. edición del libro de Walker y, aun cuando podemos decir con certeza que ha habido avances en la atención del problema de violencia que aqueja a millones de mujeres alrededor del mundo, no estamos ni remotamente cerca de disminuir de manera importante la violencia, mucho menos de su erradicación total.

En nuestro país miles de mujeres que trabajan en la academia, instituciones públicas y organizaciones de la sociedad civil han contribuido a la recopilación y análisis de los datos sobre violencia contra las mujeres, tanto de los números oficiales como de las llamadas "cifras negras".

La ENDIREH-INEGI, 2016 reportó que el 66.1% de las mexicanas y el 71.2% de las queretanas han sufrido al menos un incidente de violencia emocional, económica, física, sexual o discriminación a lo largo de su vida.

Los números no mienten y lo que nos dicen es desconsolador. Las mujeres mexicanas somos violentadas todos los días en las calles, escuelas, oficinas y al interior de nuestros hogares y muchas terminan asesinadas por sus parejas y ex-parejas.

Sin embargo, aun con las investigaciones de las científicas sociales, los datos de las encuestas oficiales y las manifestaciones cada vez más estridentes de las jóvenes, las autoridades responsables de combatir la violencia contra las mujeres y niñas de México parecen no darse por enteradas.

Esto se ve en los refritos que una y otra vez surgen de las ocurrencias de los políticos que insisten en tratar de tapar el sol con un dedo y convertir la erradicación de la violencia contra las mujeres en programas electoreros asistencialistas en los que se ve a las mujeres como meras víctimas de circunstancias causadas por ellas mismas cuyos golpes se curan con banditas para raspones.

La violencia contra las mujeres no se resolverá mientras al frente de las instancias responsables de su prevención, atención, sanción y erradicación sigan llegando por favores políticos y no por su conocimiento y experiencia en la materia. Y mucho menos veremos que los números se reduzcan cuando se insista en transformar a los institutos de las mujeres en espacios para organizar los eventos sociales de sus directoras, total quienes sufren su negligencia e incompetencia son las víctimas.

Mientras tanto los estudios y propuestas para erradicar la violencia contra las mujeres acumulan polvo en los libreros de las universidades, donde viven intocados por quienes tiene la obligación de diseñar la política pública.

Esperemos que para la 8a. edición del libro de Lenore E. Walker las cosas finalmente hayan cambiado.

Titular de Aliadas Incidencia 
Estratégica e integrante de la 
Red Nacional de Alertistas. 
Twitter: @mcruzocampo 
FB: maricruz.ocampo

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