Morena participa de una retórica que lo lleva a sostener que quienes lo cuestionan son parte de una suerte de maldad –contra la que dicen luchar-, y quieren impedir que el bien –de los cuales solo ellos son depositarios-, llegue al pueblo “bueno y sabio” constituido solo por sus simpatizantes y beneficiarios.

De esta manera, los ataques vienen de afuera, de quienes son metidos en un perol y cocinados con alucinaciones de campañas, conspiraciones y cualquier otra yerba para darle sabor a un caldo de linchamiento público.

Pero la realidad revela que no, que las miserias humanas también existen en el interior del partido oficial e incluyen corrupción, mentiras, ineficiencia, cinismo y mediocridad.

De manera sistemática se elige la victimización como treta de defensa y ataque. Es parte de una narrativa elegida como estrategia partidista donde las consecuencias de sus equivocaciones son atribuidas a perversidades de otros, aunque esto sea falso. La victimización se convierte en un ardid para la negación y manipulación.

La victimización no sólo incluye la acusación para críticos o adversarios, sino también la distorsión o negación de evidencias. Los escándalos de varios impresentables se han multiplicado, encabezados por Manuel Bartlett, el llamado “Señor de las Casas”, piedra de contradicción cuando se repiten arengas de honestidad, lucha anticorrupción, transparencia y convicción democrática. Criticado, incluso, por su compañera y ahora titular de Economía, Tatiana Clouthier.

Pero no es el único, Félix Salgado Macedonio –quien no cuenta con una trayectoria “virtuosa”-, acusado de violar a varias mujeres; asunto que incluso mostró la indignación de morenistas y otras mujeres que consideran inaceptable su candidatura, ahora a través de su hija. Y, lo más grave, defendido por el Presidente quien fue señalado como encubridor por feministas. Quedará como inolvidable la expresión “Ya Chole”, de López Obrador respecto a Salgado, versus aquella otra  de que “un violador NO será gobernador”.

Habría que tener presente, también, las múltiples imputaciones de malversaciones e irregularidades sobre la titular de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte, Ana Gabriela Guevara; qué decir del ahora ex delegado del gobierno federal en Jalisco, Carlos Lomelí, señalado por conductas irregulares;  la penosa situación de la ex presidenta de Morena, Yeidckol Polevnsky, acusada por sus propios correligionarios; o, el tema del diputado morenista Saúl Huerta, acusado de abuso sexual a un menor; y los cuestionamientos contra el candidato a la gubernatura para Zacatecas, David Monreal, por haber tocado el trasero a la candidata a la alcaldía  de Juchipila, ante lo cual sostuvo: “Es mentira. En todo caso pudo ser roce involuntario”; o, “magia de la tecnología”.

Cierto, hay mucho más. La verdad es que no todos los ataques vienen de afuera, basta con revisar las declaraciones de Porfirio Muñoz Ledo; no todos quieren manchar a la llamada 4T; no todas son campañas de desprestigio; ni toda la realidad se puede manipular con la victimización. Una faceta de este fenómeno consiste en el hecho, innegable, de que este partido sí es víctima, pero de sí mismo.

Ya sabemos que sigue el conocido discurso de la acusación y  la negación…Qué se puede esperar cuando se ha elegido la victimización como artificio engañoso para una pretendida superioridad moral.

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