En México, la realidad nos golpea y no hay  síntomas de una pronta mejoría. Tenemos un sistema de salud en crisis, con uno de los presupuestos más bajos de toda su historia en momentos que todos los días damos la batalla contra el coronavirus.

Hoy, como si las cosas no estuvieran ya lo suficientemente mal con el pésimo manejo que Morena ha dado a la pandemia, se suma la crisis del desempleo.

El Ejecutivo, en sus mañaneras de las últimas semanas, ha pretendido engañarnos una y otra vez, haciéndonos creer que esta crisis se originó por la emergencia de salud. Sin embargo, esto es algo que nosotros ya veíamos venir desde hace más de un año y con los meses se ha recrudecido. En su momento, señalamos el problema y sus posibles soluciones, pero nadie del gobierno federal quiso oírnos.

Ahora, para darle más fuerza a estos engaños,  el gobierno de Morena ha decidido dejar de utilizar el PIB como instrumento para medir el desarrollo, crecimiento y decrecimiento de nuestra economía. Así, haciendo a un lado un indicador representativo, lo medirá a través de la felicidad. Nada más subjetivo e irreal que tratar de medir lo tangible, a través de las emociones y los sentimientos.

Es absurdo imaginarse que una familia sin un ingreso, sin calidad de vida pueda ser feliz. Es una utopía, por decir lo menos.

Sabemos que el trabajo es central en la vida de cualquier persona, porque no tenerlo no sólo perjudica la economía de las familias, afecta también su bienestar y su dignidad y va en contra de un derecho constitucional.  No se trata sólo de saber que tan felices o no somos, sino de tener las herramientas suficientes para lograr el bien común. Mientras más empleos, más desarrollo social habrá y mejor será la realidad del país. No hay más.

Hoy, sin ir más lejos, estamos frente a una enorme crisis del empleo. Nada más cierto que esto. Nuestros números son verdaderamente de terror. Según el Instituto Mexicano del Seguro Social, tan sólo en abril se perdieron 555 mil empleos. Y aquí sólo estamos hablando de empleos formales. Habría que agregar los informales.

Según el INEGI, alrededor de seis de cada diez trabajadores mexicanos laboran en la informalidad. Si se perdieron en la misma proporción que los formales, serían unos 832 mil empleos informales menos. Si los sumamos, tenemos, aproximadamente, un millón 387 mil desempleados en nuestro país. Y todavía falta sumar los números que se agreguen en mayo.

Con todo y la rebosante felicidad del Ejecutivo, la recesión económica del 2020 arrasará empleos formales; negocios viables; adelgazará a la clase media, y hará pasar la línea de la pobreza hacia abajo, aproximadamente a 10 ó 12 millones de personas. Con estos datos, la alegría casi se borra del panorama, ¿o no?  
Ante esta situación, los panistas estamos proponiendo y trabajando para avanzar hacia el desarrollo y bienestar de todas las familias mexicanas. Sin empleo, sin estabilidad económica y sin crecimiento, habrá carencias, pobreza, conflictos sociales, y entonces ¡la felicidad cada vez estará más lejos de nuestro alcance!

Queremos un país con un gobierno que tenga la voluntad de escuchar, de entender, de llegar a acuerdos. Que supere el pasado y deje a un lado proyectos arcaicos, que tanto daño ya hicieron. Que hable con la verdad y debata con altura de miras por el bien común de todas y todos.

Nosotros, los panistas, seguiremos trabajando y levantando la voz para salvar a México.

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