Al contrario del gobierno federal, quien lleva semanas enteras sin dar pie con bola, el Banco de México ha sabido reconocer la extrema gravedad económica que estamos enfrentando. Sus últimas dos políticas monetarias así lo sugieren. El 20 de marzo pasado, una semana antes de que la Junta de Gobierno tuviera su reunión oficial, el gobernador y los subgobernadores del banco central decidieron, por mayoría, aunque no por unanimidad, reducir la tasa de interés de referencia de 7% a 6.5%. Un mes después, el 21 de abril, la tasa de referencia fue reducida nuevamente para quedar en 6%. Esa tasa, conocida también como tasa objetivo, es la que se emplea en los préstamos interbancarios a un día.

Pero lo más interesante en el último anuncio del Banco de México no fue la propia reducción de la tasa, muy insuficiente como afirmaremos después, sino la provisión de 750,000 millones de pesos de apoyo al sector financiero para que éste a su vez pueda ofrecer más y mejores créditos a las empresas. En particular, al liberarlos de la obligación de mantener depósitos en el Banco de México, se espera que los bancos financien con 250,000 millones de pesos, y con tan solo la tasa de interés objetivo, a micro, pequeñas y medianas empresas. Esa propuesta es muy encomiable y representa, de hecho, un parteaguas en la historia de la política monetaria del banco central mexicano. Además, esa política crediticia ayudará a contener un poco el poder oligopólico, muy fuerte en México, que tienen los bancos sobre las tasas de interés comerciales.

No obstante, comparado con lo que están haciendo los bancos centrales de los países industrializados y de los otros emergentes, el Banco de México sigue arrastrando un poco los pies. Por ejemplo, los vericuetos logísticos involucrados en la mencionada línea de crédito de 750,000 millones de pesos son tantos, que al banco central le tomarán varios meses implementarlos.

Por otro lado, una tasa de referencia del orden de 6% sigue siendo, para la coyuntura actual, sumamente alta, pues el último dato oficial de la inflación anualizada es apenas de 2.1%. Si bien una parte de la reciente caída de la inflación es debida mayormente al desplome de los precios de los energéticos, la actual depresión económica mundial sugiere que el índice de precios en México crecerá poco, si es que crece, durante el resto del año. Esto es importante porque, dado que el diferencial entre la tasa de referencia y la inflación (6% menos 2.1%) es 3.9%, es difícil pensar que durante la actual crisis las pequeñas e inclusive medianas empresas puedan pagar créditos a tasas reales tan altas.

Para darse una idea de cuán diferente es la perspectiva de los bancos centrales en el resto del mundo, puede uno comenzar por revisar el caso de Chile, un país que, como es bien conocido, tiene un banco central que siempre ha sido muy cauteloso en materia monetaria. Bueno, pues resulta que en este momento la tasa de referencia chilena, llamada allá la tasa de política monetaria, es apenas 0.5%. Pero si eso parece, ya de por sí, sorprendente, lo es mucho más el hecho de que la inflación anualizada es en este momento del orden de 3.3%. es decir hay un diferencial negativo entre la tasa del banco chileno y la inflación de -2.8%.

Un diferencial negativo se da también en Brasil, donde la inflación ronda el 4% y la tasa de referencia es 3.75%. Por no hablar también de básicamente todos los países industrializados donde las tasas de los bancos centrales oscilan entre cero y 0.25% (Japón y Suiza tienen, de hecho, tasas negativas). La próxima decisión de política monetaria del Banco de México será oficialmente el próximo 14 de mayo. Crucemos los dedos para que se fije la tasa objetivo en, a lo sumo, 4%.

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