El consumo de tabaco y la exposición a su humo es un serio problema de salud pública, incluso es considerado como la primera causa de muerte en el mundo que es totalmente prevenible y evitable.

Según diversos estudios estadísticos, alrededor de mil millones de personas en el mundo son fumadores, el tabaco se encuentra asociado como la principal conducta de riesgo relacionada a las muertes por cáncer, se estima que al menos la mitad de los fumadores actuales podrían morir por una enfermedad derivada del consumo de tabaco; por lo que es una de las causas de 7 millones de muertes al año a nivel mundial, de las cuales casi un millón de personas corresponden a personas no fumadoras, pero que convivían con fumadores activos.

De continuar ese patrón de consumo actual, el número de muertes por año relacionadas con el tabaquismo podría incrementar a cerca de 10 millones de personas por año para el 2030, en estadística cruda; la estimación indica que el tabaco podría dañar a cerca de 1,000 millones de fumadores durante el siglo XXI y el 80% de estas muertes prematuras se daría mayormente en los rangos de edad de entre 40 y 69 años, por lo que perdería al menos una década de vida productiva.

De manera paradójica, la magnitud de sus efectos no son percibidos por la población general ni por los fumadores, lo que se debe en gran medida a la falta de comprensión del comportamiento y la evolución del factor de riesgo, pero de manera particular, en el tiempo que transcurre entre la instauración de la epidemia y el incremento masivo de las tasas de mortalidad, lo cual, en el caso del tabaquismo, puede tomar de tres a cuatro décadas en llegar a ser completamente evidente.

La pandemia global del tabaco se mueve hacia los países en desarrollo y se focaliza en la población más vulnerable (mujeres, jóvenes y grupos con menores ingresos económicos).

Ante el reto de salud que implica el tabaquismo, para el 2011 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó en la declaración política de mérito como medida prioritaria, urgente e inmediata controles más estrictos sobre el uso y acceso al tabaco, mismos que se traducen en legislaciones mucho más severas como la que recientemente se aprobó en nuestro país, es decir, debemos de disuadir su uso desde una perspectiva conductual que reduzca su alcance, como la reducción de la oferta y comercialización, así como la restricción de los espacios para fumadores; sin embargo. resulta de vital importancia que las instituciones donde se encuentre el segmento poblacional que más incidencia tenga en su uso realicen políticas públicas encaminadas a reducir su uso y propiciar espacios seguros y libres del humo de tabaco.

El 24 de enero, la Universidad Politécnica de Querétaro recibió de parte de la Secretaría de Salud del Estado la certificación que acredita a la institución y su campus como un espacio libre del humo de tabaco y emisiones, si bien, es solo un paso en la lucha contra el tabaquismo y sus repercusiones, tales acciones representan una camino directo a preservar la salud de las y los jóvenes de dicha universidad, ante lo cual, se debe de aplaudir la labor de la Comisión Estatal contra las Adicciones (CECA), en general la política institucional del Gobierno del Estado y de la Secretaria de Salud estatal, Martina Pérez Rendón, a quien agradecemos su apoyo para obtener dicha certificación.

@CarlosCacl
carlos.contreras@upq.mx

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