Dado su esmerado trabajo y personal estilo, no sorprende que la maestra Delfina Gómez Álvarez haya rechazado asumirse como Coordinadora de los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación en el Estado de México y seguir como secretaria de Educación Pública. La profesora fue congruente. Al tomar las riendas de la política educativa del país el 15 de febrero de 2021 expresó que le honraba que el presidente de la República hubiera pensado en ella y que asumía ese puesto “no como un cargo político o burocrático”, sino como el “encargo más hermoso que pueda existir y que es el de coadyuvar en el proceso de educar a millones de personas” (Boletín SEP 31).

La maestra Delfina ha mostrado, en este corto tiempo, un particular estilo que pocas veces habíamos visto en otros sexenios. Con discreción, se apartó del discurso irrealista de su jefe (“todo es culpa del neoliberalismo”) para identificar claramente los problemas educativos del país. Ante los malos resultados de la actual administración y los graves efectos de la pandemia, supo que las buenas intenciones no bastaban para no dejar a nadie atrás y cumplir lo que este gobierno se fijó: “por el bien de todos, primero los pobres”.

Aunque le dio continuidad a algunos programas federales, revisó otros con miras de elevar su efectividad. Basándose en datos y en un permanente diálogo con diversos actores, la maestra estableció una clara estrategia para el regreso a clases. Primero, leyó bien que la coyuntura le beneficiaba para allegar de mayores recursos al sector educativo. Negoció con Hacienda y se presentó ante la Cámara de Diputados con una propuesta detallada de gasto educativo, revelando cómo se profundizaba la desigualdad si se dejaba de invertir en ciertos sectores. Trató de persuadir al legislador de Morena que la educación es prioritaria. Aquí, fue notable su preocupación por el rezago educativo, la educación de adultos y la mujer analfabeta.

Otro rasgo de la estrategia de la maestra Delfina fue convocar ampliamente a la sociedad para que se valorara, en su justa dimensión, el conocimiento y el aprendizaje. Con sus continuos discursos, debates, presentaciones públicas y sobre todo, con sus acciones, la titular de la SEP envió el mensaje de que todos somos responsables de lo que le ocurra a la educación del país. En este sentido, sorprendió para bien que no quitó como requisito la carta de corresponsabilidad que los padres teníamos que firmar para regresar a la escuela, aún cuando en una Mañanera AMLO se opuso. En la SEP, dejó claro, no tiene cabida el mansplaining presidencial.

Con el magisterio, Delfina estableció las bases para una verdadera revalorización. Lejos de las populares visiones victimizadoras o infantilizadoras del maestro, la titular de la SEP lo concibió como una persona responsable y por tanto, capaz de hacer la diferencia si se le brindan las condiciones de trabajo necesarias. La responsabilidad es central para la maestra; por ello, declaró que si las autoridades electorales la encontraban culpable de haber esquilmado a la burocracia texcocana, asumiría su responsabilidad, renunciaría y cumpliría su sentencia: “el pueblo no puede confiar y elegir a una maestra que ha delinquido”. Dicen que se educa con el ejemplo y la titular de la SEP, en este corto tiempo, lo ha demostrado. La distinguen la “legitimidad y honradez” a la que hizo referencia en su discurso de toma de posesión. El cambio educativo con la 4T, por tanto, ya es evidente.

Poscríptum: Espero sea útil este artículo escrito en contrafactual (lo que no ocurrió) para dimensionar el verdadero problema que enfrentamos.

Investigador de la UAQ.

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