Parece que fue ayer cuando abandoné una posición envidiable, para cualquier egresado de ingeniería electrónica, en un grupo de diseño dentro de un área creada en exprofeso para que, mediante sistemas electrónicos innovadores y no existentes en el mercado de la metrología, se apoyaran tecnológicamente actividades de medición, mantenimiento de patrones de medición o diseminación de su exactitud, todas actividades primordiales para un centro de metrología de tipo primario o nacional.

Digo que parece que fue ayer porque ayer que celebramos una vez más el día del maestro, recordé con total claridad y aún me emociona, como cambié todo eso por la aventura de formar, de transmitir conocimientos y experiencias. No imaginaba cómo iba a cambiar mi vida.

Cuando me invitaron a “dar conferencias” diarias -literalmente así me lo pidieron-, puesto que yo llevaba varios meses compartiendo con cierta frecuencia algunas experiencias de diseño para estudiantes de electrónica y automatización de una prestigiosa institución tecnológica de corte público en nuestro estado, no imaginé el increíble mundo al que me involucraría, y que eventualmente me impulsó a involucrarme en proyectos que transformaron igualmente la vida de muchas personas y de paso la mía.

Compartir conocimiento, experiencias, retroalimentar, exponer ejemplos de la vida real, y transmitir un poco -y a veces un mucho- de su persona, es el pan nuestro de cada día de los maestros, de los que día con día transforman la vida de sus pupilos y pupilas en las aulas, talleres, centros y laboratorios.

Un profesor es mucho de sí mismo frente a cada grupo, ante cada exposición y durante cada asignación. Recuerdo mi primera clase, un 1o de septiembre de 1997 frente a un grupo de jóvenes, a quienes superaba por escasos 5 o 7 años y de quienes aprendí increíblemente, sobre todo de mí mismo.

Ese lunes de septiembre, cuando atravesé la puerta del aula que me puso frente a ese grupo de 25 estudiantes, muchas cosas cambiaron en mi vida, jamás imagine cómo se transformaría mi visión del conocimiento, de la paciencia, de la formación en lo general, no podía, a mis escasos 26 años ser consciente de la tremenda responsabilidad que asumiría por los próximos 24 años, no entendía a ciencia cierta el impacto que mis decisiones, mis comportamientos, mis carencias, mi historia de vida, mis frustraciones y aprendizaje futuro, tendrían en la vida de decenas de miles de jóvenes, cuyas familias confiaron en las instituciones educativas en donde participé activamente.

Hoy, aunque ligado aún a la educación -nunca podré separarme de ella-, pero #DesdeCabina diferente, deseo recordar y reconocer a la distancia a todos los que trabajan decididamente por la educación de nuestro país, que, sin importar los grandes retos de política pública para seguirla desarrollando, se la rifan todas las mañanas, tardes y noches, para inspirar a otros, y en esa labor transformar su vida. ¡Que afortunados!

@Jorge_GVR

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