La pandemia por COVID-19 parece no ceder. No obstante que las autoridades habían anunciado el regreso a la “nueva normalidad” a partir del primero de junio, la realidad es que no existen condiciones para emprender tal situación.

El país está atravesando por el momento más álgido de contagios. 31 de los 32 estados de la república mexicana están en semáforo rojo, lo que implica que la tasa de contagio y de enfermos está en su cenit. Por lo tanto, la promesa de que, a esta fecha, se reactivaría la vida en un contexto de “nueva normalidad”, no es más que una ilusión que, desafortunadamente, no se ve para cuando pueda materializarse.

Ya otros países que han intentado volver a sus actividades han sufrido rebrotes y caídas difíciles; países que, por cierto, han empleado medidas más extremas y estrictas para evitar la propagación del virus. No obstante, sus resultados no han sido alentadores. Se encuentran en una inercia constante de apertura y encierro, sin poder generar las bases suficientes para dar seguridad a sus conciudadanos.

En el caso México, la realidad es que el Gobierno Federal no ha diseñado una estrategia efectiva para el reingreso, que sea congruente y acorde con la realidad, ya que han estado modificando varias veces el pronóstico de reactivación sin que hasta este momento se haya advertido la baja en la curva de contagios.

Al contrario, hemos entrado en una línea con inercia, en relación a que hay un promedio de dos mil casos nuevos y alrededor de cien defunciones diariamente, lo que si bien demuestra que la línea estadística se está “achatando”, la verdad es que no está disminuyendo. Así, será difícil que podamos vaticinar una fecha tentativa para el reingreso a la normalidad.

Pero además, el actuar del titular del Poder Ejecutivo Federal deja mucho que desear, pues contrario a lo que su propio gabinete recomienda, ha emprendido una gira por el sureste del país para vigilar de primera mano sus proyectos hegemónicos, como el tren maya y la refinería de dos bocas, lo que por supuesto, ha causado mucha indignación. Tal es así, que el pasado 30 de mayo, se llevó a cabo una manifestación a nivel nacional pidiendo su revocación o renuncia.

Si bien la manifestación fue criticada por la forma como se ejecutó, especialmente porque los inconformes alzaron su voz desde el interior de sus vehículos; lo cierto es que ello representa el reflejo de una buena parte de la población que está inconforme con la manera como el gobierno ha llevado la pandemia.

Lo que nos lleva a preguntarnos si las cosas van por buen camino. Más allá de posturas políticas, lo cierto es que éste es el momento para hacer una reflexión y analizar el entorno que vivimos.

Por un lado, los ciudadanos debemos entender que la “normalidad” no llegará, por lo menos en corto plazo, y que ello implicará un mayor compromiso y creatividad para adaptarnos a un entorno en el que tendremos que convivir con el enemigo silencioso.
Pero por otro, los gobernantes deben comprender que ya no hay espacio para la espera, ocurrencias o apariencias. Es momento que tomen decisiones y ejecuten acciones certeras y efectivas que beneficien a la población, y no que apuesten a que esto será pasajero y que, de un momento a otro, todo volverá a la “normalidad”. Por ello, es que reiteramos que es necesario hacer cambios sustanciales en la forma de hacer gobierno y en la repartición del presupuesto, pues solo con una estrategia enfocada y directa, es como lograremos salir de esta emergencia, cuestión que, al paso que vamos, puede tardar varios meses.

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