Hasta su última noche como presidente, los colaboradores de Enrique Peña Nieto tenían entendido que él iba a mudarse a Florida cuando terminara su mandato, y que pensaba en ese como su lugar de retiro. Me lo contaron para esta columna dos fuentes que trabajaban en ese momento para Los Pinos y atestiguaron lo que voy a contar. En su última noche como mandatario en México, sin embargo, algo cambió. Ese algo terminó convenciéndolo tiempo después de vivir en España, no en Estados Unidos.

La noche del 30 de noviembre de 2018, Peña Nieto volvió a México desde Argentina. Había estado allí en la cumbre del G20, donde entregó (y fue muy polémico) la condecoración del Águila Azteca a Jared Kushner, yerno del presidente estadounidense Donald Trump, y funcionario de alto rango en la Casa Blanca.

Kushner representaba, dicen analistas políticos de México y Estados Unidos, la buena relación que había establecido la familia Trump con Luis Videgaray, exsecretario de Hacienda y excanciller de Peña Nieto. El entonces presidente mexicano había accedido a cultivar esa relación, en medio de las renegociaciones del Tratado de Libre Comercio para América del Norte. El Águila Azteca era, formalmente, un agradecimiento por las gestiones de Kushner en esa renegociación.

La noche del 30 de noviembre, el avión presidencial aterrizó en Ciudad de México. Lo informó Notimex. Peña Nieto llegó “a las 20:01 de este viernes, luego de la última gira internacional como presidente y a unas horas de entregar la administración a Andrés Manuel López Obrador. La mañana de este viernes en Argentina, el jefe del Ejecutivo federal, junto con sus homólogos de Estados Unidos, Donald Trump, y de Canadá, Justin Trudeau, firmaron el T-MEC en el marco de la Cumbre del G20”.

En la versión de estas dos fuentes, Peña Nieto llegó a Los Pinos alrededor de las 9 y recibió una llamada del rey Felipe VI. El rey estaba en México para la toma de posesión de López Obrador. Según los dos colaboradores, el rey planeaba reunirse con López Obrador, pero este llegó muy tarde desde su rancho en Chiapas, donde había departido durante varios días con el compositor cubano Silvio Rodríguez y varios políticos, entre ellos Miguel Ángel Revilla, presidente de Cantabria.

Peña Nieto le dijo que justo esa noche se estaba mudando, pero que con gusto pedía que les prepararan algo de cenar, según los dos excolaboradores. La relación de amistad entre ambos mandatarios había surgido seis años antes, cuando Peña Nieto cenó en Madrid con Felipe VI, entonces príncipe heredero, durante su gira como presidente electo. En noviembre de 2018, poco después de que el rey Felipe VI llegó a Los Pinos, la Presidencia anunció el encuentro, sin dar detalles, y enviaron a la prensa dos fotos de Peña Nieto con el Rey. Las notas se publicaron casi a la medianoche.

La casa real anunció que “por la tarde, Don Felipe se reunió en la residencia de Los Pinos con el Presidente de México. Se trata de un encuentro excepcional, que el presidente Peña Nieto ha querido tener con Su Majestad el Rey, para despedirse personalmente, muestra de la consideración y de las relaciones excelentes del país de México con España y los españoles”. La reunión “excepcional” significa en términos diplomáticos, según me explicaron, “no planeada”.

“El rey llegó muy tarde, porque no estaba agendado. Cenaron, tuvieron un encuentro privado y el jefe del Estado Mayor presidencial les tocó la puerta como a las 11, porque necesitábamos dejar los Pinos”, me dijo uno de los excolaboradores, a condición de que no revelara su nombre.

Tras ese encuentro, Peña Nieto cambió sus planes. Se instaló en España, y desde allí ha visto a la distancia las detenciones de Genaro García Luna, de Salvador Cienfuegos, el proceso electoral estadounidense y las acusaciones a Videgaray por traición a la patria. En el convulso panorama político actual, aquella noche en Los Pinos no parece solo una anécdota de la última vez que Peña Nieto cenó como presidente de México.

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