– Con esta nueva presentación de los diputados de Morena, a la iniciativa del matrimonio igualitario en Congreso de Querétaro, mis amigos de la facultad están haciendo un oficio de apoyo. ¡Yo ya lo firmé! ¿Te gustaría apoyar?

–¡Claro! Con mucho gusto. A ver, pásame la hojita. ¡Somos un montón los que firmamos!

– ¡Sí! ¡Y falta otro montón! ¿Sabes qué es lo más padre de todo esto, Abuelito? ¡Que la mayoría son personas heterosexuales! Se me hace súper raro.

– Es raro, si, aunque no tendría por qué serlo. Desde los años 60’s se asegura que entre el 10 y el 12% de la población es homosexual, la nueva teoría afirma que ese porcentaje, en estos 60 años a aumentado al 20%.

– ¿Hay más gente de la diversidad?

– No, no es que haya más gays, lesbianas o trans, si no que gracias al trabajo, como las marchas del orgullo que la sociedad civil organizada ha realizado a lo largo de todos estos años de lucha sin cuartel, la gente se esconde menos, públicamente se acepta más.

– ¡Sí! ¡Somos más felices!

– ¡Bendito sea Dios, que por fin te aceptas tal y cuál eres!

– No es cuestión de Dios, yo más bien creo que lo poco que he salido del closet te lo debo a ti, Abuelito. Gracias a todo lo que me has enseñado desde que regresaste de los Estados Unidos, es que me he podido replantear qué tengo que hacer para ser feliz.

– Pues nuestra felicidad, como ciudadanos homosexuales, radica primordialmente en la aceptación personal y respeto interno, y la aceptación y el respeto externo.

– Pues a mi mamá no se lo pienso decir. Por lo menos no en un buen tiempo. Hasta que termine la universidad, por lo menos.

– Pero no me refiero solamente a lo familiar. Cuando hablo de aceptación y respeto externo, me refiero al ámbito público, social, político. Me refiero a que cuando los homosexuales pagamos los impuestos, también estamos pagando todos los servicios que les brindan a los heterosexuales, entre ellos el matrimonio y la adopción.

– ¿Y si no me quiero casar ni adoptar?

– No importa. Como ciudadano que pagas impuestos, el Estado tiene la obligación de asegurarte cualquiera de ambas opciones. Si tú te quieres o no casar, adoptar o no, esa ya es tú decisión. ¡Es tu derecho! ¡Y no te lo pueden negar! O en todo caso, como no contamos con todos los Derechos, pues deben hacernos un descuento en el pago del predial, de la luz, del agua, y de ese absurdo aumento de casi el 40% a los mismos incómodos, ruidosos y contaminantes camiones de las rutas, ¡mientras a nosotros no nos han aumentado ni un peso del sueldo!

– Tienes razón, Abuelito. Tendríamos que ser todos parejos.

– Y el asunto central de que aprueben o no los matrimonios igualitarios no tiene que ver con cuestiones políticas, ya que el matrimonio igualitario más que un Derecho es una razón para ser feliz, una razón para dar felicidad. Tiene que ver con la negación de brindar felicidad a otros.

– ¿De dónde viene esa negación de la felicidad?

– Viene de corazones oscuros que no la conocen, de gente que a pesar de “tener su vida resuelta” son infelices, y buscan por todos los medios que el resto del mundo viva en la misma oscuridad y tristeza.

– ¿En serio crees que quienes no voten a favor de la igualdad de los Derechos sea gente dañada?

– Si. Porque de no ser así, esta no sería la tercera vez, y como explican los del Frente (*), este año la LIX Legislatura no discutirá si se está a favor o en contra del Matrimonio Igualitario, porque eso ya es un hecho desde la Jurisprudencia 43/2015. Lo que se discutirá en esta ocasión es la reforma de un código civil anticonstitucional el cual es discriminatorio.

– ¡Vayamos por más firmas de apoyo!

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