En el ámbito de la política mexicana se ha introducido un nuevo concepto por demás contradictorio y antagónico a la noción de política. Veamos, Hannah Arendt definió la política de la siguiente manera: “La política trata de estar juntos y los unos con los otros de los diversos” en este sentido continúa la pensadora, “los hombres se organizan políticamente según determinadas comunidades esenciales en un caos absoluto, o a partir de un caos absoluto de las diferencias” (La promesa de la política. p.131. Paidós). Es decir, los hombres se organizan en la diferencia para la convivencia pacífica.

Así ha sido desde la convivencia familiar hasta la creación de los partidos políticos pasando por las sociedades mutualistas entre otras formas de organización social.

A través del crisol anterior, nuestro país vive un gran bullicio de emociones e ideas desde el arribo de la Cuarta Transformación (4T) al poder del Estado. Independiente de estar o no de acuerdo con dicho régimen, permea la posibilidad de participar en un gran debate de ideas orientadas a encontrar los mejores modelos y proyectos de nación.

Desafortunadamente, después de casi un lustro, el termómetro del debate nacional no ha subido para bien. Un conjunto de instituciones políticas y educativas han optado por permanecer calladas frente a la interpelación de la coyuntura actual. El limitar del tránsito de las emociones ideológicas a las ideas políticas creativas da visos de confrontaciones violentas, por esta razón ha hecho su aparición la “necropolítica”. Esta noción aspira a promover y enseñorear la cultura de la muerte, alimentando, día a día, los deseos de eliminar a personalidades, así como a sectores y clases sociales a los cuales se les considera indeseables.

El “virus de la muerte” se hermana al de la “cultura de las mentiras” con el afán de crear confusión entre los ciudadanos y cumplir el cometido de un objetivo. Por ejemplo, un sector de la oposición al régimen actual desea la muerte del presidente de la república anulando, con ello, los cánones tradicionales del ejercicio de la política. La meta es derrocar a un régimen legalmente constituído, vale decir, un régimen que ganó legítimamente el poder político por medio del voto popular.

El fenómeno de la necropolítica se enmarca en un movimiento de extrema derecha dispuesta a todo para recuperar el poder que alguna vez ostentó. La barbarie podría imponerse si los ciudadanos en general no contienen la ofensiva de los opositores extremistas. Se quiere infectar de miedo a la sociedad y generar el caos en el contexto político.

A ninguna clase social del país le conviene el desorden, es importante recuperar el principio de la precaución, los sentimientos morales y abrir la conciencia social, solo así podremos continuar construyendo un mundo donde quepan todos los seres humanos en la diversidad. Digamos ¡NO! a la necropolítica, porque si llegara a posicionarse dictaría quién tiene derecho a vivir o a morir.

Director de CETESPO

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