Si algo nos ha dejado claro la situación que hemos vivido en todo el mundo durante el último año, es que la humanidad ha requerido de hacer un esfuerzo titánico conjunto y de sumarse, desde sus distintos ámbitos de acción y decisión, para buscar soluciones a un problema que nos atañe a todos y que no hace distingos de edad, sexo, país de origen o de ninguna otra característica particular para atacarnos.

La pandemia de Covid-19 apareció y se esparció por el planeta, generando dolor, miedo y lamentables pérdidas de todo tipo. Pero su aparición y la respuesta que desde todos los rincones se ha dado para contrarrestarla, ha servido para revalorar la importancia de la unidad, de la colaboración y del espíritu fraterno que caracteriza a los seres humanos y que, por supuesto hoy nos permiten establecer medidas de prevención y prever una próxima solución al problema.

Esa enseñanza, sin duda, debe servirnos para entender, finalmente, que la unidad es la base esencial en la construcción de cualquier mejora que busquemos hacer en la forma en la que convivimos y, por ende, en la que pretendamos estructurar un futuro con perspectivas más positivas para todos.

Este año, en nuestro país, tenemos la oportunidad inmejorable de aplicar este aprendizaje, entendiendo que lo que más necesitamos es evitar, a toda costa, la división de las y los mexicanos de bien, para sumarnos, en unidad, a seguir avanzando en una transformación que inició hace poco más de dos años y que era más que necesaria para darle sentido a los conceptos de comunidad e igualdad que demandaban buena parte de las y los connacionales.

México requiere, como pocas veces que sus políticos, sus empresarios, sus jóvenes, mujeres, estudiantes, obreros y todas las personas que convivimos y trabajamos cada día buscando mejores escenarios para nuestras propias familias y para los demás, comprendamos de una vez por todas que lo más importante es cimentar de una vez y para siempre, el andamiaje que permitirá garantizar que las generaciones que vendrán después de nosotros, vivirán en un país que les brinde las oportunidades que merecen.

Es por eso que hay que reiterar el llamado a que todos los actores políticos, sociales, a la militancia partidista, a los simpatizantes y, por supuesto, a la sociedad en su conjunto, a hacer valer el espíritu solidario y de cooperación que situaciones como la pandemia sacan a flote, para mantenerlo y no dejarlo desaparecer más.

Es el momento idóneo para entender que en este gran barco llamado México, vamos todas y todos y tenemos un destino común, que nos llama a reivindicar los valores y principios que permitieron que nuestros antepasados construyeran la base de una nación unida, hermanada, incluso, por las propias diferencias y características de cada región y zona del país, pero que en su conjunto conforman el crisol multicultural al que con orgullo, amor y respeto llamamos “patria”.

Si asumimos que la división o separación no son opciones ante los retos del mundo moderno, tendremos claro que el futuro se construye en unidad, de la mano con quienes, aún sin pensar exactamente igual que nosotros, también reconocen que sumar siempre será mejor que restar y, en consecuencia, los resultados de esa suma tendrán que ser positivos.

Lo debemos hacer por nosotros, todas y todos, por nuestras hijas e hijos, por nuestros amigos y demás seres queridos, por los vecinos, conciudadanos y por todo un país que ha sido construido por quienes entendieron que el México de unidad en el que queremos vivir, no es ni ha sido una utopía y, en cambio, es algo posible, siempre y cuando exista la voluntad de la mayoría para alcanzarlo.

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