La memoria, ese proceso de almacenamiento que tenemos muchos seres vivos y que utilizamos para recordar y hacer uso de la información. Particularmente los seres humanos la tenemos de manera sensorial, así tanto a corto como a largo plazo. A una recurrimos solo unos segundos o minutos y otra guardamos por largos periodos de tiempo. Reunimos datos, imágenes, sentimientos, experiencias, sonidos, aromas y más elementos que recopilamos de nuestro pasado. 
Varias clasificaciones tienen que ver con la manera como registramos la información, la procesamos y posteriormente la manejamos para nuestro beneficio. Aprendemos a hablar y escribir, reconocemos una ruta, eventos específicos y actividades como conducir u operar determinados aparatos. Nunca es perfecta, ocasionalmente olvidamos nombres, imágenes y lugares.

Sin embargo, la memoria es una de las características que junto con la inteligencia, la imaginación y la creatividad, permite hacer maravillas cuando coinciden con los talentos que cada persona suele tener. Hay quienes su memoria es en sí misma un don, ya que suelen recordar mucha más información que la gran mayoría de la gente y eso les permite destacar ante los demás.

La memoria, como nuestro organismo, suele también sufrir un deterioro con el paso del tiempo o ser dañada por una contingencia que puede afectarla severamente. La lectura, la observación de fotografías, el aprendizaje y la realización de actividades como el juego de ajedrez y algunas otras, suelen estimular favorablemente nuestra capacidad de ejercitarla e incrementarla. En fin, la memoria es uno de los elementos que da y fortalece el sentido de la vida, aún en el registro de malas experiencias que requieren de un tratamiento especial para procesarlas y evitar que nos lleguen a ocasionar un daño profundo.

Como casi todos, más allá de lo que asociamos con el conocimiento y que nos permite crecer y madurar conforme nuestra edad lo va exigiendo, para ir transitando cada una de la etapas de nuestra vida, desde nuestro nacimiento y hasta nuestra muerte, abrimos nuestra memoria cuando bebés, en la niñez, la pubertad, la juventud, la madurez, la vejez y la ancianidad, en cada una de ellas solemos registrar información que poco a poco va construyendo nuestros vínculos, nuestros afectos, nuestro amor y también, por qué no decirlo, nuestras diferencias y desafectos.

Como lo mencionaba, la memoria tiene que ver con nuestro pasado, pero en lo emocional, suele hacernos travesuras y colocarnos en ciertos espacios de tiempo. Cuando hay depresión, recordamos con más añoranza  el pasado, cuando hay estrés, sufrimos el presente y si llega la ansiedad, pensamos qué sucederá en el futuro con una muy escasa probabilidad de acertar.

Suelo utilizar mucho el concepto “buscar el equilibrio”,  pero alguien me comentó que éste implica la falta de movimiento, y que en realidad lo adecuado es buscar el balance, la capacidad de transitar entre lo azaroso de la vida, entre la supervivencia y el crecimiento espiritual, lo que nos distingue del resto de los seres vivos.

La memoria, tiene una única regla de excepción, ningún ser humano recordará su muerte. Suena duro, pero mientras podamos recordar algo o batallemos un poco con el olvido,  siempre será la certeza de seguir viviendo, algunos de nosotros en el calor y el tráfico vehicular que quisiéramos olvidar, en este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

@GerardoProal

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