Algo que he aprendido y descubierto, mucho más allá de mi pasión personal por la fotografía como actividad artística y cultural, es que ésta resulta una de las pocas maneras que tenemos los seres humanos para lograr detener el tiempo un instante al registrar lugares, elementos, personajes y paisajes en un momento determinado y  dejar con ello un testimonio gráfico que nos permita verlos en el tiempo venidero y construir recuerdos más claros y sólidos, en especial de las personas. Si vemos fotografías antiguas de espacios públicos de nuestra ciudad, aparecen personas en las mismas que vivieron en aquel entonces y si estas imágenes son de muchas décadas atrás, resulta muy probable que la mayoría de esa gente ya no viva entre nosotros.

Cuantas vidas individuales, repletas de sueños, ilusiones, de absolutamente todas las emociones y vivencias llegan a no ser registradas por la memoria de una comunidad e ingresan de golpe en olvido. No tengo idea de cuánta gente ha habitado esta ciudad desde su fundación y hasta nuestros días, pero estoy seguro que una gran mayoría ha pasado inadvertida para los demás y su recuerdo se ha ido extinguiendo en esa doble muerte, que ejemplifica muy bien la película Coco y que en síntesis relata que uno muere dos veces: la primera cuando deja de respirar y la segunda cuando dejan de recordarle.

Menciono la fotografía porque es algo más cercano a mí, pero en realidad, desde las primeras expresiones artísticas realizadas por el ser humano, es que van quedando testimonios del paso de las personas a través del tiempo y es entonces que las ciudades comienzan a adquirir, fruto de esos testimonios, los lugares y sitios que se convierten en recuerdos que prevalecen y que intentan defender la trascendencia, después de la muerte, de quienes fueron artífices de dichas obras. Indudablemente, las bellas artes permiten la elaboración de obras que han quedado para muchas generaciones, son recuerdos elaborados por la mano de la especie humana para buscar trascender su propio tiempo y convertirse en memoria clara si sabemos cuándo, quién o quiénes lo realizaron.

¿Qué ocurre con quienes no tuvieron en su haber cualquier talento artístico u otra actividad destacada en su comunidad que les permitiera dejar un testimonio, pero vivieron de igual manera sus vidas? Las diversas religiones nos dan su respectiva respuesta sobre lo que continúa más allá de la vida terrenal. Sin embargo, no es mi propósito adentrarme en ello, sino en el hecho mismo de la conservación de la memoria familiar y colectiva, o en la frialdad del olvido total de quienes renuevan cada generación el ciclo de la vida.

La maravilla de la oportunidad de trascender el tiempo se acaricia con el esfuerzo cotidiano de hacer por los demás y de las acciones que por circunstancia los permitan. El recuerdo familiar se cocina con los ingredientes del amor, la gratitud y la generosidad, pero también hay que reunir los testimonios que puedan compartirse con las nuevas generaciones y que nos permiten conocer un poco más de nuestros ancestros. Es cierto que con el paso de los años, nos deshacemos de muchas cosas de nuestra propia familia, ya que pensamos que se llegan a convertir en papeles o triques que roban espacio en los rincones de la casa, pero si alguno o algunos de los miembros de cada familia elaboramos y conservamos un pequeño archivo testimonial, éste se convierte en un patrimonio para preservar la memoria y evitar que el olvido corte de tajo el recuerdo y se pierda por siempre y para siempre.

Podría considerarse pretensioso el intentar no ser olvidados, pero no se trata de un asunto personal, sino en un afán de recuperar la memoria, que en el mundo de nuestros días se hace a un lado,  ya que se privilegia tan solo la importancia del presente y propicia el abandono de la cultura del esfuerzo y la justificación del ciclo de crecimiento y maduración que vivimos de manera natural antes de cerrar el ciclo con la vejez y finalmente la muerte. El honrar la memoria de quienes ya no están, refuerza siempre el compromiso de actuar con mayores principios de ética y civilidad. Trascender es dejar mejores condiciones para quienes nos sucederán y es una manera de agradecer nuestro paso por la vida, ya que la gratitud sigue siendo hoy y siempre la memoria del corazón, también en este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

Twitter: @GerardoProal

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