A las mexicanas y mexicanos: 2020 fue un año particularmente difícil. El mundo entero atravesó por una crisis sin precedentes; la pandemia y sus consecuencias trastocaron los diversos ámbitos de la vida personal, social y económica. La inestabilidad e incertidumbre han sido la constante en los últimos diez meses; no obstante, el año que termina nos deja aprendizajes sobre los que vale la pena reflexionar.

La manera de enseñar, aprender, trabajar, socializar, viajar, comprar, vender y divertirnos es completamente distinta a lo que pudimos imaginar en 2019. La vida es inesperada y lo ha sido siempre, la diferencia es que esta vez, el cambio sucedió de manera súbita y a gran escala, no así nuestra capacidad de reacción ante la pandemia.

¿Cómo imaginar que pasaríamos prácticamente 10 meses confinados, que perderíamos a un familiar a causa de una enfermedad extraña, que nuestros hijos no irían a la escuela, que usaríamos un tapabocas en las calles y que no abriríamos nuestro negocio? Si alguien nos lo hubiera dicho, seguramente pensaríamos que no estaba en sus cabales.

Armando Romero

Este año nos enseña que nada es estático y que todo cambia, lo que nos exige una continua renovación y capacidad de adaptación. Afortunadamente, gracias a la experiencia personal y vicaria podremos vivir de mejor manera la nueva normalidad, particularmente si asumimos qué es lo verdaderamente importante para nosotros y, en consecuencia, qué tenemos que modificar para enfrentar el porvenir.

El colapso hospitalario, la falta de personal médico e insumos que han vivido todas las naciones en diferentes niveles, pone de manifiesto la urgencia de migrar cuanto antes a un sistema de salud y seguridad social centrado en el bienestar de todas las personas. Las economías más fuertes del orbe han mostrado sus debilidades más profundas: es evidente que la desigualdad es mucho más letal que el Covid y la debemos erradicar.

La solidaridad y la responsabilidad social deben ser valoradas como nunca antes, la ayuda humanitaria entre países y ciudadanos es fundamental, así como asumir que para frenar la ola de contagios necesariamente dependemos de los demás y viceversa. Atender las medidas sanitarias hoy es un asunto de vida o muerte, por lo que usar una mascarilla y no salir de casa, no sólo evita que nos contagiemos sino también contagiar a otros, y permite que quienes tienen necesidad de trasladarse lo hagan con el menor riesgo posible.

Por lo que respecta a la salud, si bien es cierto que la noticia sobre la vacuna es muy alentadora, también es un hecho que por sí sola no será suficiente para detener la pandemia, ya que las comorbilidades seguirán estando presentes si no damos un giro de 360 grados a nuestros hábitos. Independientemente del virus, tenemos que superar la obesidad, la diabetes, el tabaquismo, el consumo de alcohol, el inadecuado manejo del estrés, la falta de ejercicio y la mala alimentación.

Fortalecer los vínculos familiares y las relaciones intergeneracionales en nuestros días es fundamental para mantener el equilibrio psicoemocional y desarrollar nuestras potencialidades en un ambiente seguro y libre de hostilidades.

Analizar y resignificar lo ocurrido debe ser una tarea común antes de cerrar el año, para que juntos conquistemos nuevas metas y construyamos un destino más cierto, amable y feliz.

Les deseo un 2021 próspero y, sobre todo, con bienestar.

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