El pasado 15 de abril, la Conferencia del Episcopado Mexicano emitió su Mensaje al Pueblo de Dios, con motivo de su CX Asamblea Plenaria, siguiendo su tradicional metodología: “Ver, Juzgar y Actuar”.

Si bien para muchos la Iglesia católica –en su conjunto- había estado ausente y silente ante la crisis social, política y económica del país, la omisión de sus criterios doctrinales y pastorales contribuyó al ahondamiento de lo que en su “Ver”, menciona como su preocupación por “la creciente polarización de los discursos políticos; el alarmante índice de candidatos asesinados; regiones enteras bajo el yugo del crimen organizado; el maltrato a los migrantes y la militarización de las fronteras; la falta de cuidado de nuestra casa común; la amenaza contra las energías limpias; el escaso interés por el bien común y la verdad; las descalificaciones infundadas de las instituciones democráticas (INE) y los pocos acuerdos políticos(…) que algunos legisladores estén más atentos a la promulgación de leyes influidas por la ideología de género que polarizan nuestra sociedad, en lugar de promover los valores que han sostenido nuestra nación como la familia, el respeto a la vida, la educación en valores cívicos y la libertad religiosa(…) garantizando una educación no ideologizada…”.

El “Juzgar” se enfoca a llamar a la unidad, a trabajar unidos, a superar “la polarización, la división, los intereses personales o partidistas”, para lograr la reconstrucción de nuestra Patria. La crisis sólo se puede resolver -dicen- con la participación de todos: empresarios, sociedad civil y gobierno. A todos nos toca aportar lo mejor de nosotros mismos para construir caminos eficaces hacia la fraternidad y la amistad social. “Cualquier empeño en esta línea se convierte en un ejercicio supremo de la caridad”, concluye.

En el “Actuar”, llama a todos a colaborar en la búsqueda de soluciones a la emergencia sanitaria, familiar, educativa, económica y de seguridad, sin divisiones ni descalificaciones; dejando de lado intereses egoístas, individuales o partidistas. Después convoca a sectores específicos a asumir responsabilidades concretas:

A los gobernantes y a quienes aspiran a serlo, a promover acuerdos para superar las crisis; a no realizar campañas electorales que polaricen o dividan a la sociedad; a no impulsar políticas públicas que atentan contra la dignidad de la persona o contra el medio ambiente. Frente a Dios serán evaluados no por el número de votos que obtuvieron, sino por el amor puesto en su trabajo, por el progreso logrado, por las fuerzas positivas que desataron, por la paz que sembraron…

A los votantes los invitan a ejercer un voto informado y razonado; a evitar ser cómplices de candidatos que estén en contra de la vida, la institución matrimonial, la dignidad humana, la libertad religiosa; a no dejarse comprar por dádivas o condicionar por amenazas.

A los empresarios los llama a poner a la persona, a la dignidad humana, como el máximo valor de la actividad productiva; a contribuir al bien común y al cuidado de la casa común.

A las familias, con quienes se solidariza por la pérdida de familiares, los llama a la unidad, al diálogo, a la protección de los hijos, a no caer en la tentación de la violencia y a mantenerse unidos.

Muchos agradecemos que la Iglesia haya hablado claro al llamar las cosas por su nombre, lo que preocupa ya a quienes polarizan al país y buscan sus intereses personales. Enhorabuena por los obispos.

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