De pronto ya estaba en casa, escondida, temerosa y con mucha hambre, llegó sin esperar que ya tenía una familia, vaya que se integró a ella volviéndose una parte fundamental; Kika, mi hermana, me dijo que la habían abandonado en una banca a las afueras del centro donde entrenaba futbol americano, pasando toda la tarde en el sol hasta que éste se ocultó y la rescataron de una correa que ya cortaba su cuello, descobijada y sin pelo, pues venía rapada en su totalidad, nos llenó de vida, Bucanera así la bautizamos, la famosa Tiritas estaba en casa.

“Corre Tiritas ya lo madreaste”, y de pronto nos vimos corriendo por las calles del centro de la ciudad, sólo la luz de la luna alumbraba nuestro miedo; nos habían invitado a una tocada de esas callejeras, era en la colonia El Peñón de los Baños, un evento en donde se rifaban bailando un par de caifanes del lugar, se nos hizo fácil irnos con toda la palomilla y pasarla a todas margaritas, de pronto se acercó una chamacona y me dijo  “¿que no bailas ?”, “Claro” y me puse a sacarle brillo a la acera de asfalto, le dábamos tanto a las vueltas que casi volábamos y moríamos a carcajadas, pues le dimos recio al ritmo de cada nota musical que sonaba en el toquín; todos ingeríamos las deliciosas caguamas, mientras el ambiente se ponía cada vez más pesado; la Tiritas, una perra que había sufrido desde cachorra, pues fue abandonada por su madre y nunca conoció a su padre, que sufrió carencias y vagueó en busca de una buena vida, con varias cicatrices en la cara, pero más en el alma, se convirtió en mi mejor amiga y estaba lista para, en cualquier momento, responder ante el ambiente que estábamos a punto de experimentar.

Seguimos bailando, pero cada vez más adulterados, se me hizo fácil besar a la morra con la que yo estaba sin imaginar que era la chica del Flautas, el mero macizo del barrio en donde estábamos metidos. Después sentí un fuerte golpe en la cabeza, me golpearon con un bate y me hicieron caer, alcancé a rodarme y grité “¡Tiritas, cuidado!”, ella bien rifada para el trompo callejero rápidamente entró en acción, repeliendo el ataque, defendiéndome y salvándome de una paliza segura, corrimos rápidamente y nos subimos a un taxi.

Ella es una buena chica, nos dimos cuenta que dormíamos con alguien más en casa hasta que la escuchamos ladrar y juguetear en la recámara, en donde comía también clandestinamente unas deliciosas croquetas de primera calidad; esta historia continuará... Soy el Pollo Rock.

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