La satisfacción entre políticos y empresarios de nuestro país poer el nuevo acuerdo con EU y Canadá no emana de la convicción de que el USMCA sea mejor para México que el NAFTA —no lo es— sino del gran temor que se tenía de que las cosas resultaran peor de lo que finalmente resultaron. Es decir, Donald Trump fue fiel a su estilo negociador y se salió con la suya: amenazó, estiró la cuerda, suscitó miedo en sus interlocutores, y logró varios de los cambios que quería.

No obstante, Enrique Peña Nieto acaba de proferir una patraña que los mexicanos no podemos tragarnos. Dijo, en una de esas entrevistas de despedida que el éxito de la renegociación demostraba el acierto de haber traído a Trump a México. Falso. Si Peña Nieto creía que las habilidades de Luis Videgaray incluían la premonición, debió haberlo mandado a hacer el acercamiento en territorio estadounidense, con quien adivinaba presidente, en vez de bridarle aquí lo que le serviría al candidato antimexicano de acto proselitista.

Videgaray perfila ya una función de nado sincronizado mediático para convencer a la opinión pública de que así, con sumisión y entreguismo, nuestro país ha sido bien tratado por Trump. Mentira. Sus contadísimas y minúsculas concesiones han sido producto de la presión de su electorado, lo mismo en el caso de los dreamers que en la separación de niños migrantes de sus familias, y si no construye el muro es porque su Congreso no le autoriza los recursos para hacerlo; por lo demás, están intactos su endurecimiento migratorio y su nulo respaldo en el único tema de la agenda bilateral que puso el #priñanietismo: el tráfico de armas. En el nuevo TLC solo escuchó las voces de su empresariado. Los canadienses, cuya postura fue siempre firme, quedaron mejor parados que nosotros. ¿De veras siguen creyendo Enrique Peña Nieto y Luis Videgaray que es provechoso negociar con Donald Trump como YesMen, o simplemente buscan otro tipo de provecho?

Me congratulo de que no se haya dado el escenario comercial catastrofista. Habrá que leer, sin embargo, las letras chiquitas, y ver si Trump no le arrancó al canciller algún otro trabajo sucio en la frontera sur. Y habrá que estar atentos a lo que ocurra a partir de diciembre. No sé qué hará AMLO en torno a la migración centroamericana, pero casi puedo asegurar que su Cancillería no seguirá las instrucciones de la Casa Blanca con respecto a Venezuela, por ejemplo. Quizá la cooperación mexicana conserve los mismos niveles, pero dudo que el statu quo se mantenga en todos los ámbitos, incluido el de las drogas. Como Trump, López Obrador tiene límites que su base social le impide rebasar.

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