Esta semana se conmemoran 104 años de la promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. 
Reunidos en el Teatro de la República, en la histórica Ciudad de Querétaro, se dieron cita los 151 Diputados representantes de todas las entidades federativas, para discutir pluralmente el proyecto presentado por el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista.

El lugar fue elegido con razón justificada. Querétaro fue sede de la restauración de la república, símbolo de la caída de la monarquía impuesta por el extranjero y cuna de la Independencia nacional. Ahí se refrendaron los ideales de la soberanía nacional: independencia, identidad y soberanía.

De esta manera, la Norma Fundamental recoge los ideales del liberalismo, producto del movimiento independentista del país norteamericano y la revolución francesa y los reclamos de justicia social y democracias que enarbolaron Francisco I. Madero, Zapata y los hermanos Flores Magón.

En otras palabras, así como México es un mosaico de culturas, tradiciones, ideologías y posturas, la Constitución es un reflejo de esa pluralidad.

Ahora, 104 años después de ese momento histórico, este será el primer año donde se tendrá que valorar la conveniencia de llevar a cabo la tradicional ceremonia en el Teatro de la República, ya que las medidas sanitarias por el Covid-19 nos lleva   a tomar precauciones, sobre todo ahora que nuestra entidad está en semáforo rojo o escenario C.

Hoy más que nunca las y los mexicanos debemos ver a la Constitución como un texto vivo, que recoge los anhelos más profundos del pueblo mexicano, su historia, tradiciones y esencia. Sus reformas le han permitido irse adecuando a los tiempos, para convertirse en un documento dinámico y versátil.

Pero, más allá de eso, es su pluralidad lo que la fortalece, pues recoge principios de ambos extremos, ya que se trata de un instrumento que rige a todo México, desde todas las aristas y todos los colores.

Por ello, considero que más allá de pensar en reemplazar a la Norma Suprema, aboguemos por su efectividad, por su irrestricto respeto y su conservación, pues no solo es un instrumento normativo, es el reflejo de nuestra fisonomía.

En estos momentos tan difíciles es cuando la unidad y solidaridad de que la Carta Magna habla son el aspecto más importante que tenemos que impulsar y defender. La Constitución contiene varias disposiciones que, de aplicarse correctamente ayudarían mucho a sobrellevar esta pandemia y la crisis económica que estamos enfrentando.

El reto es enorme y para quien ejerza alguna de las altas funciones públicas que la misma reconoce, conlleva una gran responsabilidad, por eso, es necesario que, por medio de su estricta observancia y aplicación se cumplan con los principios y postulados que mandata. El desarrollo equilibrado del Estado y el impulso de la producción son algunas de las consideraciones que debemos priorizar, más allá de diferencias de criterio, colores o partidos.

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