En nuestra anterior entrega hablamos de un gran compositor moderno, Bela Bártok, quien fue el iniciador de la escuela moderna y quien dijimos rompió con las formas del pasado. Derivado de ese rompimiento, se establece La Escuela de Viena (Wiener Schule) o Segunda Escuela Vienesa, un grupo de compositores austríacos de la primera mitad del siglo XX encabezados por Arnold Schönberg y sus alumnos en Viena, principalmente Alban Berg y Anton Webern, conocidos como la “Trinidad Vienesa”. Estos compositores fueron los primeros que emplearon la ‘atonalidad’ y luego el ‘dodecafonismo’ en la música occidental.

La descripción de estas formas musicales es técnicamente muy compleja y escapa al ámbito de esta narrativa, por lo que no nos adentraremos en ellas y sólo diremos que se insertan en el Expresionismo, que florece en Europa entre 1905 y 1925, y que surge como rechazo a la corriente positivista existente en el momento, y como un estilo musical que se oponía al impresionismo francés de fines del siglo XIX (se dice que el Expresionismo esta formado por los últimos restos del romanticismo alemán) y musicalmente lo que pretendía era expresar con una mayor fuerza los sentimientos humanos y cuya característica era intentar melódicamente conseguir una mayor tensión y un mayor dramatismo.

Pasaremos a revisar a vuelo de pájaro las principales obras de estos tres compositores modernos vieneses.

Arnold Schönberg (1874-1951) chelista auto-didacta, fue el más controvertido de los compositores de los inicios del Siglo XX. Su música rompió con el pasado aunque él siempre se consideró parte de la tradición musical alemana. Su música puede parecernos a veces inaccesible pero su aporte al desarrollo de nuevas formas musicales es fundamental y no podemos dejar, aunque sea someramente, de señalar su importancia y sobre todo su influencia en otros compositores de ese siglo. Schönberg dijo: “Mi música no es moderna, simplemente se toca sin adornos”.

Las primeras composiciones de Schöenberg y las de sus alumnos estuvieron influenciadas por el romanticismo de los compositores Schumann, Wagner, Brahms y Mahler, música de un alto cromatismo. Entre las más importantes destacan Tres piezas, Op. 11, para piano, obra atonal y expresionista; Suite, Op. 25, una serie para piano en la que utiliza por primera vez la técnica de 12 notas, que se convirtió en el ‘serialismo’; Pierrot Lunaire un radical arreglo de poemas de Albert Giraud; la ópera Moses und Aron; y Gurrelieder, que es en un ciclo de canciones basadas en J. P. Jacobsen. Compuso un Concierto para chelo y orquesta en Re Mayor basado en un tema de Matthias G. Monn, interesante pero totalmente divergente de la tradición.

Alban Berg (1885-1935) compuso poco pero conserva el carácter romántico y la intensidad emocional del expresionismo, empleando los principios del ‘serialismo’ de su maestro Schöenberg. Sus óperas Wozzeck y Lulú son sus obras más conocidas, así como su Concierto para violín, obra dodecafónica, dedicado “a la memoria de un ángel” (Manon, hija de Alma Mahler).

Anton Webern (1833-1945) fue el menos importante de la “Trinidad” vienesa, y deja un escaso legado. Sus obras se desarrollaron también en el ‘serialismo’ de Schöenberg, su maestro, quien tenía aprecio por su obra. Mención merecen sus Cuatro canciones para voces e instrumentos, Op.13, sobre poemas de 4 poetas diferentes, y sus Variaciones de piano, Op. 27. Su música fue prohibida por los nazis tras el Anschluss. Murió asesinado poco después del final de la guerra.

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