En nuestras anteriores entregas hablamos de cinco grandes compositores que enriquecieron la era del barroco y dijimos que el último de ellos, Scarlatti, inició la era del clasicismo, y que quien abrió la puerta fue Gluck. Christoph Willibald Ritter von Gluck fue un compositor autodidacta, organista y violoncelista de origen germano-checo, nacido en Erasbach, actual Alemania, en 1714 y falleció en Viena en 1787. En 1727 inicia sus estudios musicales en Praga. Se muda a Viena en 1735 donde conoce al príncipe Melzi, quien sería su mecenas, y luego a Milán en 1737 donde acepta un cargo en la Orquesta de Milán. Gluck ingresó al panteón de los grandes compositores clásicos al escribir, junto con el poeta Rainiero de Calzabigi, un manifiesto de reforma operística contra las convenciones de estilo de la época y a favor de una simbiosis de música y drama, propugnando por una textura más continua en la que se sirva más a la poesía y al drama que al virtuosismo de los cantantes. Su primera obra de esta reforma es su gran ópera Orfeo y Eurídice (1762), cantada originalmente en italiano, para la que Gluck y su libretista Calzabigi escogieron una tragedia griega simple en vez de los más complicados argumentos de la opera seria, con 3 solistas en vez de 6. El éxito de esta ópera le mereció numerosos encargos que lo llevaron por toda Europa; sin embargo, regresó a Viena cuando fue nombrado Maestro de Capilla de la Ópera. Esta su primera “ópera de reforma” la reescribió Gluck en francés cambiando el papel de Orfeo, originalmente para castrato, a una voz de tenor alto, estrenada en París en 1774 con el título de Orfeo, no sin algunas controversias debido a los cambios de las reglas de la ópera que Gluck inició. En el Acto III de la ópera, Eurídice ruega a Orfeo que le demuestre su amor; ella muere. Vencido por el dolor, Orfeo canta la bellísima aria, por la que mas se identifica y conoce está ópera, Che faró senza Euridice (Qué haré sin Eurídice), jurando matarse, pero cupido devuelve Eurídice a la vida, con el júbilo general. En 1750 se casa con Marianna Bergin, aunque se rumoraba que mantenía una relación amorosa con el compositor italiano Niccolò Piccinni. En abril de 1774 estrena en París Ifigeniia en Áulide, la primera del dúo de Ifigenia, tragedia lírica en tres actos con un libreto de Leblanc du Roullet basado en Jean Racine. Posteriormente fue revisada por Richard Wagner y es la versión que se presenta en la actualidad. En 1779 compone Ifigenia en Táuride, probablemente su mejor obra, drama musical en 4 actos con un libreto de Nicolás-François Guillard, también basado en Racine. La primera representación, ese mismo año, fue el mayor triunfo de su carrera. La música es dramática, expresiva y sinfónica en su orquestación. Recomendamos una espléndida versión con la Orquesta de la Ópera de Lyon y el Coro Monteverdi dirigido por John Elliot Gardiner, con Thomas Allen en el papel de Oreste y Diana Montague en el de Ifigenia. La última ópera cómica de Gluck, El reencuentro imprevisto, la estrena en 1764 en Viena, conocida también como Los peregrinos de la Mecca. Ambientada en El Cairo, se desenvuelve en el tema del harén, en boga en ese entonces en la Viena del Siglo XVIII que tenía fascinación con el Islam y con la música turca. Recordemos que el mismo tema lo desarrolla W. A. Mozart en su ópera El rapto del serrallo (aunque cantada en alemán) también en la segunda mitad del siglo. En 1779 sufre un infarto y se retira. Muere en Viena el 15 de noviembre de 1787. *Diplomático queretano; diletante de la música clásica.

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