En nuestras anteriores entregas hablamos de grandes compositores románticos del Siglo XIX. En esta ocasión regresaremos a los orígenes de la música culta: la Era Barroca, con los grandes autores que sentaron las bases de lo que acontecería los siguientes 300 o más años. En la era barroca encontramos luminarias como Claudio Monteverdi, Girolamo Frescobaldi, Jean-Babtiste Lully, Arcangelo Corelli, Johann Pachelbel, Henry Purcell y, por supuesto, Antonio Vivaldi, Georg Friedrich Händel y Johann Sebastian Bach, éstos tres últimos habiendo sido ya reseñados en anteriores entregas. La era barroca se define a grosso modo como la música compuesta entre 1600 y 1750, era que atestiguó la génesis de la ópera y el florecimiento de la música instrumental, señaladamente aquella compuesta para violín y teclado. Además de los compositores arriba señalados, hablaremos de otros autores trascendentales que definieron con su obra lo que, junto a la era clásica, constituyó la etapa más rica de la música universal. Empezamos con Couperin. François Couperin nació en París en 1668 y falleció en la misma ciudad en 1733. Fue un gran compositor, organista y clavicembalista francés del Barroco. Fue el más famoso de una distinguida familia de músicos; se le apodó Couperin ‘el grande’. Desde muy pequeño, a los 11 años, heredó el prestigiado cargo de organista en San Gervasio a la muerte de su padre, Charles. Sus Piezas para clavecín (publica su 1er libro en 1713), colección de pequeñas obras para clavicémbalo, es sin duda su obra más trascendental y es considerada “Tesoro Nacional”. Consiste en 4 libros con un total de 220 piezas para clavecín. Aún actualmente constituye una obra de referencia en el repertorio para el estudio del teclado. En 1693 Luis XIV lo nombra uno de los 4 organistas-compositores de la corte y en 1702 es ungido caballero. A los 25 años ya era uno de los profesores de clavicémbalo más importantes de su generación. Es autor de una vasta obra para teclado, incluidas sus 27 famosas suites u ordres (órdenes) para clavicémbalo. Compuso también obras vocales, incluyendo salmos para la capilla real, y es autor del libro de teoría musical L’art de toucher le clavecin publicado en 1716. Este libro tuvo una gran influencia en su época y fue muy admirado por J. S. Bach, con quien mantuvo correspondencia epistolar. Otra obra clave de Couperin es su suite No. 25, para clavicémbalo, que forma parte del 4º libro de su Piezas para clavecín, última de sus publicaciones. Consisten en piezas que tienen títulos evocativos y son de elaboración ornamentada y característica de la música francesa de ese período. En obras instrumentales, con nombres enigmáticos y pintorescos, destacamos las suites Les Nations: Tercer Orden, L’Impériale, y Cuarto Orden, La Piemontoise, para 2 violines, viola y clavecín, así como las suites en trío Les Apothéoses en dos partes: la ‘Compuesta a la memoria del incomparable Señor de Lully’ y El Parnaso o ‘La Apoteosis de Corelli’, bellas piezas instrumentales para 2 violines, viola, clavecín, flauta, oboe, fagot y tiorba. Tiene una obra enorme, escribió 42 piezas para órgano, agrupadas en 2 colecciones llamadas Misas, una ‘a la usanza ordinaria en las parroquias’, y otra ‘apropiada para los conventos de religiosos y religiosas’. En música de cámara compuso 5 sonatas en trío y una en cuarteto: La Superbe. Compuso 25 obras sacras, incluyendo 20 Motetes corales. Ya con su salud en declive compone una obra oscura, casi funeraria: Les ombres errantes. *Diplomático queretano; diletante de la música clásica.

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