Si bien es aparentemente antagónico referir, desde la óptica de la tradición católica, la Epifanía con la violencia, también es cierto que su primera acepción -según el diccionario de la RAE-  refiere a la aparición, manifestación o revelación, de cualquiera que sea la cosa. Desde esta  última óptica precisamente, hoy quiero traer a la reflexión de esta semana, esa manifestación que se encuentra cada vez más cercana y que como un virus, empieza a colarse y enquistarse más dolorosamente en la sociedad, la violencia en cualquiera de sus manifestaciones.

Hoy cada vez es más común, como en su momento lo fue escuchar que algún conocido, o que alguien cercano a nuestro círculo había sufrido algún tipo de pérdida por el COVID, que alguien de nuestra familia, compañeros de trabajo, amigos de la infancia, o literal: “…el primo de un amigo” vivió en su persona o en su circulo respectivo, algún tipo de violencia, en calle, en el trabajo, en casa o incluso producto del crimen organizado. Cada día las noticieros inundan sus canales informativos electrónicos o impresos con cruentas imágenes, desgarradoras narraciones de los afectados y sus familias; hoy más que nunca -según recuerdo-, decenas de influencers y líderes de opinión se pronuncian en sus cuentas y diferentes redes sociales, compartiendo datos, tips y consejos para prevenir algún tipo de violencia. Mas que una revelación o manifestación, tristemente ese discurso se ha vuelto parte de una realidad ineludible para todos los que habitamos este país.

Según cifras del INEGI, en la edición 18 de la serie “En Números, Documentos de Análisis y Consulta” sobre el “Panorama estadístico en México del ODS 16: promover sociedades justas, pacíficas e inclusivas”, de diciembre de 2019, la cantidad de homicidios casi alcanzaba los 270 mil individuos, con un porcentaje que apenas superaba el 10% de víctimas femeninas. El mismo documento, en su segundo apartado señala algunas de las metas (12) divididas en tres ejes temáticos del objetivo 16 (ODS-16): paz, justicia e instituciones sólidas. Ante la carencia cada vez más marcada de estado de derecho en nuestro país, me viene a la mente, como una persona ligada al ámbito educativo, que gran parte de las problemáticas asociadas a la violencia están vinculadas a la educación, o más bien dicho a la ausencia de esta.

#DesdeCabina miro el horizonte y me pregunto: ¿qué tiene que pasar para que entendamos?. Dicen los ODS de las Naciones Unidas -entre muchas otras cosas- que, “sin paz no hay desarrollo sostenible y no hay desarrollo sostenible sin paz”; yo lo ampliaría a: sin educación no pueden generarse las condiciones mínimas para que exista paz, para que las instituciones, los gobiernos (a todos los niveles) se alejen de prácticas que favorezcan la corrupción, de que se promueva el respeto irrestricto a la ley y que la impunidad se vuelva cosa del pasado.

No quiero vivir en un país sin ley, no quiero seguir escuchando más y más que los jóvenes, presente y futuro de México, identifiquen dejar a su país, como una manera de resolver su vida, como una forma de huir de una tierra a la que no quieren invertirle. Transformemos esta Epifanía.

@Jorge_GVR

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