Nominaciones y narraciones de la historia de México están plagadas de errores —voluntarios e involuntarios—, como la decisión de nombrar a una sola ciudad como el sitio en el que nació la Independencia del país y, por ende, la eliminación del resto de las ciudades y personajes que, en otros sitios, conspiraban con el mismo objetivo.

La historia deja en claro que entre los años de 1808 y 1810 se registraron en el territorio mexicano, sobre todo en el centro del país, diversas insurrecciones que pretendían liberar a la Nueva España del llamado mal gobierno.

No obstante esta evidencia histórica ampliamente conocida por investigadores dedicados a esclarecer esa época, por decreto de la entonces 40 Legislatura del estado de Guanajuato, el 15 de diciembre de 1947 se estableció que, en lo sucesivo, al nombre de la ciudad de Dolores Hidalgo se le agregaría: “Cuna de la Independencia Nacional”.

Un año después, el 31 de diciembre de 1948, esta nominación es confirmada, también por decreto, por el entonces presidente de la República, Miguel Alemán Valdés.

La historia lo niega. Científicos como el queretano Modesto Cervantes Sistos (qepd), la investigadora Ángela Moyano Paihssa y la doctora Guadalupe Jiménez Codinach han considerado que no es factible ubicar físicamente la “cuna de la Independencia” de México; en todo caso, si hubiera necesidad de una localización geográfica, tendría que ser toda una región, que es, precisamente, el Bajío.

Lo que se sabe, por las evidencias recabadas, es que en esa época hubo muchos estallidos que estaban en contra del mal gobierno. En ese momento España estaba invadida por Napoleón y los españoles estaban también levantados en contra de los franceses, por lo que los conspiradores de la Nueva España tomaron la oportunidad para luchar por lo que querían, que era ser un reino autónomo dentro del imperio español.

Y, si bien es cierto que entre los conspiradores había una idea de independencia, esta percepción no implicaba la autonomía o la emancipación de España. Planteaban la independencia de la Nueva España pero manteniéndose la fidelidad al rey.

De manera específica, es la zona del Bajío la que estaba en ebullición; es la región en la que se gesta el “caldo de cultivo” de las conspiraciones, pues había molestia y enojo profundo por la expulsión de los jesuitas que había ordenado el virrey.

Por eso, en el periodo que va de 1796 a 1810, hubo rebeliones en lugares como San Luis Potosí, Querétaro, Pátzcuaro, así como en Valladolid (hoy Morelia), en la Ciudad de México y, por supuesto, en Guanajuato, de acuerdo con lo documentado por los científicos que he citado.

La lucha fue en todo el país. Por eso es que, desde el punto de vista historiográfico, resulta incorrecto hablar de una “cuna de la Independencia” en México, aunque se encuentre establecido por decreto, pues la revolución independentista se gestó a lo largo de todo el territorio de la Nueva España.

Como en alguna ocasión me comentó mi amigo Modesto Cervantes, científicamente no podemos decir que en un lugar en específico haya surgido o se haya originado la Independencia.

Él también llegó a demostrar que en la Nueva España de finales del siglo XVIII y principios del XIX se registraron por lo menos una docena de conspiraciones, todas las cuales influyeron en la gestación de la Guerra de Independencia.

La lucha por la independencia de México se inició en Querétaro pero también en Dolores Hidalgo, en Morelia y en la Ciudad de México, por lo que ningún sitio puede ostentarse como la cuna de la Independencia nacional.

Recuerdo estos datos históricos a propósito de la reciente celebración del Grito de Independencia y, por supuesto, en aras de tener claridad sobre este pasaje de la gran historia mexicana. Gracias a los tres científicos citados, cuyos conocimientos me permitieron construir esta reflexión.

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